quarta-feira, 26 de março de 2014

Willigis Jäger: Este siglo entrante será el siglo de la metafísica, no el de los teólogos o los filósofos, sino el de la experiencia religiosa.

Entrevista a Willigis Jäger

Por Carlos Aguirre
“Tiene que venir un tiempo en que la institución se verá remplazada por la experiencia religiosa”
Nos encontramos con Willigis Jäger, monje benedictino, maestro regular Zen y condiscípulo de Enomiya Lassalle. Con ya varios títulos editados en nuestro mercado editorial este singular monje alemán es uno de los referentes de la renovación espiritual que la apertura de horizontes del Concilio Vaticano II ha amparado.
Generación XXI.- Tradicionalmente el cristianismo distinguía tres niveles de oración: la oratio, la meditatio y la contemplatio u oración sin objeto. Desde su punto de vista cuáles han sido los condicionantes de la pérdida y el olvido de la contemplación cristiana.
W. Jäger.- El marco cultural de la ilustración fue una causa importante. Éste pretendía presentar la religión desde la perspectiva de la ciencia. Otra causa importante fue la orientación que tomaron los ejercicios de San Ignacio al presentarse de una manera muy racionalizada. Yo no dudo que San Ignacio tuviera experiencias místicas pero lo cierto es que a sus ejercicios se les fue dando un contenido excesivamente centrado en lo racional. Desde entonces, la oración ha sido enfocada desde la razón, la memoria y la voluntad y, en realidad, estos ámbitos no tienen mucho que ver con la mística. Todo esto convierte los ejercicios de San Ignacio en un ejercicio meditativo al que se le confiere un contenido de índole intencional y moral. Otro motivo más ha sido el creciente legalismo. La mística siempre tendrá dificultades con las instituciones ya que éstas pretende delimitar las experiencias místicas de sus fundadores desde la razón. Esto genera muchas dificultades a la hora de interpretar y presentar la experiencia mística ya que, siendo así las cosas, es fácil que se planteen contradicciones con las formulaciones dogmáticas.

GXXI.- Algo central en su obra es la necesidad de una reinterpretación del cristianismo…

W. Jäger.- La verdad es algo a reinterpretar en cada generación, de acuerdo a la época que se vive y a la visión del mundo que esté vigente. Los dogmas cristianos fueron formulados en el contexto de una cosmovisión muy diferente a la de hoy en día. La visión del mundo y el marco antropológico actual son muy diferentes. Las ideas sobre el mundo han cambiado mucho. Cuando hoy en día encendemos la televisión se nos presentan asuntos sobre los genes, la neurología, la biología molecular, etc. Las actuales formas de pensar no se parecen en nada a las que las personas tenían antiguamente. Se trata de adecuar esta nueva cosmovisión con esas imágenes antiguas de la religión. El espíritu santo es algo vivo y dinámico, no es algo fijado en algún tiempo y que no cambia.
GXXI.- Muchos de sus planteamientos recuerdan a los de Joaquín de Fiore para el que la presente Edad del Hijo, significada en lo religioso por la Iglesia-Institución, se verá superada por la Edad del Espíritu, centrada en la mística y la experiencia espiritual.
W. Jäger.- Conozco la profecía de Joaquín de Fiore y me parece perfectamente aceptable. Lo que no sé si ésta sucederá exactamente tal y como él preveía. Lo cierto es que tiene que venir un tiempo, y creo que en efecto vendrá, en que la institución se verá remplazada por la experiencia religiosa, y ese tiempo será el de la actuación del espíritu. Este siglo entrante será el siglo de la metafísica, no el de los teólogos o los filósofos, sino el de la experiencia religiosa. Las religiones deben darse cuenta que su tarea es conducir a esa experiencia que sus libros proclaman, que sus dogmas aluden y sus ritos simbolizan.
GXXI.- Los últimos siglos parecen haber llevado a la religión a una situación de crisis. Pareciera que la Iglesia ha tenido grandes problemas para asumir e interpretar el devenir histórico…

W. Jäger.- Hay tres grandes sacudidas que ha vivido la religión hasta ahora. La primera la de Galileo y Copérnico al descubrir que la tierra no era el centro del cosmos. La segunda sería la teoría de la evolución de Darwin al colocar al hombre no como un ser único en el cosmos sino dentro del proceso biológico de la evolución. La tercera sacudida serían las investigaciones de Freud y Jung para los que la psique humana en parte estaría determinada, a priori, por toda un serie de energías psíquicas… A todo esto habría que añadir hoy en día los avances y conocimientos de la psicología transpersonal para la cual nuestro yo no es más que un centro de organización que nos permite funcionar. Así nuestra identidad auténtica estaría en nuestra propia profundidad.
Ante estas sacudidas siempre ha sucedido lo mismo. La Iglesia no ha querido aceptar estos conocimientos y se ha resistido a los mismos. Con el paso del tiempo va afianzándose la idea de que la razón, como fruto de la evolución natural, es algo muy valioso pero a la vez va cobrando importancia aquello que está más allá de la razón, y eso está aportando una base muy diferente a la teología. Todas estas sacudidas se hacen difíciles de aceptar si se estructura la religión desde una perspectiva legalista y exclusivamente racional. La teología no podía aceptar que el hombre no fuera tan diferente de las demás criaturas y que fuéramos un fruto de un proceso de evolución biológica.
GXXI.- Puede ser la experiencia interior un vehículo para el diálogo inter-religioso.
W. Jäger.- De momento de lo que se trata más bien en ese diálogo es de encontrar elementos comunes en las diferentes religiones, por ejemplo en los aspectos éticos. Estos diálogos descubren como todas las religiones apuntan a la caridad como a un factor esencial para su convivencia. Estas discusiones interconfesionales son muy importantes aunque para mí es mucho más importante la evidencia de una espiritualidad interreligiosa. Todas las religiones se basan en la experiencia originaria de sus fundadores, y esas experiencias eran experiencias místicas. Moisés tuvo su experiencia ante la zarza ardiente del Sinaí y Jesús en el momento de su bautizo y en el monte Tabor, y Sakyamuni Buda dio origen al budismo tras su experiencia mística y Muhammad fue también un místico. En el fondo las religiones no han hecho otra cosa que establecer aquello que sus fundadores experimentaron. Las religiones por ello deberían intentar conducir a sus miembros a ese género de experiencia que tuvieron sus fundadores. Si yo comparo las experiencias de éstos veo claramente que encontraron la misma y única verdad. Si han realizado realmente la experiencia de esa verdad sólo puede haber esa verdad en el origen de cada religión. A partir de ahí esta quedará formulada según la época y la cultura imperante.
En cualquier caso hay que considerar que muchas personas hoy en día no encuentran la fuerza necesaria para su vida en las verdades estipuladas de cada religión al tender estas a adoptar estas verdades dogmáticamente. Quiero volver a mencionar esa visión del mundo antiguo desde las que se formularon esas verdades y que hoy en día no encajan con la visión contemporánea del universo. Ni siquiera una interpretación actualizada es capaz de satisfacer a muchas personas en su deseo de experiencia religiosa. En este deseo de experiencia hay que ubicar el futuro de las religiones. Además, todo esto coincide con una apertura en nuestra capacidad para el ámbito de lo transpersonal. Los seres humanos se acercan a un nuevo nivel de la conciencia. La conciencia humana se ha ido desarrollando desde el nivel mágico al mítico, y desde el mítico al mental, y esta evolución no se va a quedar parada sino que seguirá hasta el nivel místico o transmental.
Por lo que se refiere a las religiones y culturas más antiguas, es verdad que en las mismas el chamanismo también buscaba esa dimensión de lo transpersonal y así podría ayudar a las personas a encontrar el verdadero sentido de la vida. Aunque hay que considerar sus connotaciones de carácter arcaico y mágico. Esto no lo hace practicable o válido para las personas de hoy en día.

GXXI.- Como monje benedictino, ¿qué supuso y qué supone el Zen para ti?

W. Jäger.- La relación entre el Zen y Contemplación viene dada porque ambos llevan a la experiencia de lo uno y lo único, y por que el camino que ambos recorren es el mismo. Se trata de relegar la actividad del yo. Mientras éste sea activo las experiencias transpersonales no podrán darse. Los maestros Zen, igual que el Maestro Eckhart o Juan de la Cruz, uno de los más grandes místicos de Occidente, intentan relegar la actividad del yo para que pueda aparecer algo que siempre es pero siempre está oculto por dicha actividad. Eckhart habla de una capacidad de percepción que se intensifica cada vez que mi yo queda relegado a un segundo plano. Eckhart afirma que si esto ocurre la divinidad se experimenta a sí misma… Entonces la ola experimenta que su identidad auténtica es el agua… Esto es lo que muestra el Zen y cualquier mística auténtica, aunque hay que considerar que cada mística se expresará en sintonía con su propio contexto histórico y cultural. Las afirmaciones de Eckhart y los maestros Zen son muy parecidas. Muy a menudo se expresa de una manera tan radical como lo hacen los propios maestros Zen. Por ejemplo cuando dice eso de “Si yo no existiera Dios no sería” se refiere a esa experiencia de unidad. Dios sólo puede ser Uno. Si yo participo en Dios y formo parte de ese Uno, y no pudiendo separarse parte alguna del Uno, o bien existe la totalidad, lo Uno, o nada existe. Así “Si yo no existiera Dios no sería”. La ola podría decir: si no existiese yo, el mar no sería porque la ola es agua, igual que el océano entero. No se puede separar el océano de la ola.
En Japón me di cuenta que había personas que vivían en monasterios y que su única intención era practicar para hacer irrumpir toda esa dimensión de lo transpersonal. Seguramente ésa era la intención de las primeras comunidades cristianas pero nuestro mundo occidental, tan racional, olvidó todo esto. En el cristianismo siempre ha existido la teología negativa lo que le acerca mucho a la perspectiva del Zen, es decir, cualquier cosa que pueda decirse sobre Dios no se ajusta a Dios. En este sentido se ha hablado de una espiritualidad apofática antes que una catafática, es decir una espiritualidad que se aleja del concepto (fatis viene del griego y significa palabra). Lo apofático aludirá a un alejamiento del concepto. Este elemento apofático es el propio de la mística cristiana.
http://www.generacion.net/entrevista-a-willigis-jager