quarta-feira, 31 de outubro de 2012

Comunión de los santos

 

Comunión de los santos

 ¿Qué significa la "comunión de los santos"?
La expresión «comunión de los santos» indica, ante todo, la común participación de todos los miembros de la Iglesia en las cosas santas (sancta): la fe, los sacramentos, en particular en la Eucaristía, los carismas y otros dones espirituales. (Catecismo de la Iglesia Católica, Compendio, 194). También designa la comunión entre las personas santas (sancti), es decir, entre quienes por la gracia están unidos a Cristo muerto y resucitado. Unos viven aún peregrinos en este mundo; otros, ya difuntos, se purifican, ayudados también por nuestras plegarias; otros, finalmente, gozan ya de la gloria de Dios e interceden por nosotros. Todos juntos forman en Cristo una sola familia, la Iglesia, para alabanza y gloria de la Trinidad. (Catecismo de la Iglesia Católica, Compendio, 195).
¿Cómo lo explicarías?
Comunión de los Santos. -¿Cómo te lo diría? -¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma.
Camino, 544

Vivid una particular Comunión de los Santos: y cada uno sentirá, a la hora de la lucha interior, lo mismo que a la hora del trabajo profesional, la alegría y la fuerza de no estar solo.
Camino, 545

Recuerda con constancia que tú colaboras en la formación espiritual y humana de los que te rodean, y de todas las almas —hasta ahí llega la bendita Comunión de los Santos—, en cualquier momento: cuando trabajas y cuando descansas; cuando se te ve alegre o preocupado; cuando en tu tarea o en medio de la calle haces tu oración de hijo de Dios, y trasciende al exterior la paz de tu alma; cuando se nota que has sufrido —que has llorado—, y sonríes.
Forja, 846

Hace un instante, antes del lavabo, hemos invocado al Espíritu Santo, pidiéndole que bendiga el Sacrificio ofrecido a su santo Nombre. Acabada la purificación, nos dirigimos a la Trinidad Suscipe, Sancta Trinitas , para que acoja lo que presentamos en memoria de la vida, de la Pasión, de la Resurrección y de la Ascensión de Cristo, en honor de María, siempre Virgen, en honor de todos los santos.

En la Santa Misa
Que la oblación redunde en salvación de todos: Orate, fratres, reza el sacerdote , porque este sacrificio es mío y vuestro, de toda la Iglesia Santa. Orad, hermanos, aunque seáis pocos los que os encontráis reunidos; aunque sólo se halle materialmente presente nada más un cristiano, y aunque estuviese solo el celebrante: porque cualquier Misa es el holocausto universal, rescate de todas las tribus y lenguas y pueblos y naciones.

Todos los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada Misa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda alsacerdote como único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus...
Es Cristo que pasa, 89

La unión es fuerza
Aquí estamos, consummati in unum! (Ioh XVII, 23.), en unidad de petición y de intenciones, dispuestos a comenzar este rato de conversación con el Señor, con el deseo renovado de ser instrumentos eficaces en sus manos. Ante Jesús Sacramentado –¡cómo me gusta hacer un acto de fe explícita en la presencia real del Señor en la Eucaristía!–, fomentad en vuestros corazones el afán de transmitir, con vuestra oración, un latido lleno de fortaleza que llegue a todos los lugares de la tierra, hasta el último rincón del planeta donde haya un hombre que gaste generosamente su existencia en servicio de Dios y de las almas. Porque, gracias a la inefable realidad de la Comunión de los Santos, somos solidarios –cooperadores, dice San Juan (3 Ioh, 8.)– en la tarea de difundir la verdad y la paz del Señor.
Amigos de Dios, 154

Yo cada día me acuerdo de ti, y te mando otras cartas... ¡Bendita Comunión de los Santos! En nuestro camino, hijo mío, entra vivir esa unión de familia sobrenatural, que hace que participemos unos de las oraciones, sacrificios y trabajos de los otros»
San Josemaría Escrivá, carta a Emiliano Amann, Burgos 5-III-1938
 

SIETE RAZONES PARA NO CELEBRAR HALLOWEEN

 

Siete razones para no celebrar el Halloween




1. NO es una actividad catòlica. Los católicos, nunca celebraremos una noche dedicada a la exaltación de la brujería en ninguna de sus formas.
2. Va contra las enseñanzas de Jesús. Jesús está en contra de la brujería en todas sus formas: espiritismo, hechicería, adivinación, lectura de cartas, horóscopos, astrología y tantas máscaras con que se encubre la maldad. Estas han sido declaradas enemigas de la Palabra de Dios desde tiempos muy remotos y van contra todas las enseñanzas de nuestro Señor, quien dice claramente que “el que no está conmigo está contra mí”. Hay innumerables referencias bíblicas donde se condena el uso de toda estas clases de mal.
3. NO es una tradición latinoamericana. Como ocurre siempre que se importan actos culturales diferentes a los nuestros, el verdadero significado queda relegado a una simple imitación. Jamás se ha celebrado como parte de nuestra cultura e idiosincracia costarricenses una noche dedicada a las brujas.
4. Sirve para rendir culto a satanás. Aunque en apariencia es una actividad recreativa y muy llamativa, sobre todo para los niños, su verdadero significado sigue oculto a nuestros ojos. En muchos países, incluyendo el nuestro, los grupos satánicos usan esa noche para un “culto” especial dedicado a satanás y en muchos países alrededor del mundo, se hacen sacrificios humanos, sobre todo de niños que han sido secuestrados de sus hogares y que son ofrecidos como víctimas inocentes en una noche de lujuria, drogas, alcohol y toda clase de desenfrenos, en las llamadas “misas negras”.
5. Se opone al primer mandamiento. Este tipo de actividades, ni exalta el nombre de Jesús, ni tiene nada que ver con su Padre Celestial y mucho menos con el Santo Espíritu del Dios Altísimo. Por lo tanto, va en contraposición al primer mandamiento de amar a Dios con toda nuestra alma, nuestra mente, nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, en fin con todo nuestro ser.
6. Participar es olvidarse de Dios. Participar quiere decir “ser parte de”: si usted participa está siendo parte de esta tremenda responsabilidad espiritual: No sólo se está alejando u olvidando de la adoración al Dios Eterno e Inmortal, sino que está siendo parte de una actividad que glorifica a las brujas y a su padre satanás.
7. Contamina y esclaviza a nuestros niños. No hay magia blanca y magia negra, no hay brujas buenas y brujas malas. Toda la actividad demoníaca se disfraza y se oculta para ganar adeptos y así muchas veces “vestimos” a nuestros niñitos como “brujitas” y “diablitos”. Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mí y NO SE LO IMPIDÁIS, porque de los tales es el Reino de los Cielos”.
¿Llevaría usted a sus niños disfrazados ante Jesús y los podría presentar libremente y con su conciencia tranquila? Jesús necesita a sus niños libres de toda clase de máscaras y limpios de toda contaminación.

De: Jeanne Fiores Giannetti Veneto
 

Il cardinale Cañizares: «Celebro in rito antico per far comprendere che è normale usarlo»


 

Il cardinale Cañizares spiega perché ha accettato di presiedere in San Pietro la messa di sabato per i fedeli del pellegrinaggio «Una cum Papa nostro»


di Andrea Tornielli

«Ho accettato volentieri di celebrare la messa di sabato prossimo per i pellegrini venuti a ringraziare il Papa per il dono del motu proprio Summorum Pontificum: è un modo per far comprendere che è normale usare la forma straordinaria dell’unico rito romano…». Il cardinale Antonio Cañizares Llovera, Prefetto della Congregazione per il Culto Divino, risponde così alla domanda di Vatican Insider sul significato della celebrazione che avrà luogo sabato prossimo, 3 novembre, alle ore 15, presso l’altare della Cattedra nella basilica di San Pietro. Proprio questa mattina, il portavoce del pellegrinaggio intitolato «Una cum Papa nostro» ha annunciato la presenza alla celebrazione anche dell’arcivescovo Augustine Di Noia, vicepresidente della Pontificia Commissione Ecclesia Dei.

Qual è il senso di questo pellegrinaggio?

«È quello di rendere grazie a Dio e di ringraziare il Papa per il motu proprio di cinque anni fa, che ha riconosciuto il valore della liturgia celebrata secondo il messale del beato Giovanni XXIII sottolineando la continuità della tradizione nel rito romano. Riconoscendo la liturgia precedente si comprende che nel riformare non si nega ciò che era in uso precedentemente».

Perché ha accettato di celebrare la messa per i pellegrini che seguono il rito preconciliare?

«Ho accettato perché è un modo per far comprendere che è normale l’uso del messale del 1962: esistono due forme dello stesso rito, ma è lo stesso rito e dunque è normale usarlo nella celebrazione. Ho già celebrato diverse volte con il messale del beato Giovanni XXIII e lo farò volentieri anche questa volta. La Congregazione della quale il Papa mi ha chiamato ad essere Prefetto non ha nulla in contrario all’uso della liturgia antica, anche se il compito proprio del nostro dicastero è di approfondire il significato del rinnovamento liturgico secondo le direttive della costituzione Sacrosanctum Concilium e dunque di metterci sulla scia del Concilio Vaticano II. A questo proposito bisogna dire che anche la forma straordinaria del rito romano deve essere illuminata da quella costituzione conciliare, che nei primi dieci paragrafi approfondisce il vero spirito della liturgia e dunque vale per tutti i riti».

Cinque anni dopo come giudica l’attuazione del motu proprio Summorum Pontificum?

«Non conosco nei dettagli ciò che avviene nel mondo, anche perché la competenza su questo è della Commissione Ecclesia Dei, ma credo che poco a poco si cominci a comprendere come la liturgia è fondamentale nella Chiesa e noi dobbiamo ravvivare il senso del mistero e del sacro nelle nostre celebrazioni. Inoltre mi sembra che a cinque anni di distanza si possa meglio comprendere come non si tratti soltanto di alcuni fedeli che vivono nella nostalgia del latino, ma che si tratti di approfondire il senso della liturgia. Tutti siamo Chiesa, tutti viviamo la stessa comunione. Il Papa Benedetto XVI lo ha spiegato molto bene e nel primo anniversario del motu proprio ha ricordato che “nessuno è di troppo nella Chiesa”».

da vaticaninsider.lastampa.it

La nostra fede è veramente personale, solo se è anche comunitaria: può essere la mia fede, solo se vive e si muove nel «noi» della Chiesa, solo se è la nostra fede, la comune fede dell’unica Chiesa.


Il Papa: La nostra fede è veramente personale, solo se è comunitaria: può essere la mia fede, solo se vive e si muove nel «noi» della Chiesa, solo se è la nostra fede, la comune fede della Chiesa unica

 

DISCORSI, MESSAGGI ED OMELIE DEL SANTO PADRE IN OCCASIONE DELL'ANNO DELLA FEDE


UDIENZA GENERALE: VIDEO INTEGRALE

 

L’UDIENZA GENERALE, 31.10.2012


L’Udienza Generale di questa mattina si è svolta alle ore 10.30 in Piazza San Pietro dove il Santo Padre Benedetto XVI ha incontrato gruppi di pellegrini e fedeli giunti dall’Italia e da ogni parte del mondo.
Nel discorso in lingua italiana il Papa, nel nuovo ciclo di catechesi dedicato all’Anno della fede, ha incentrato la sua meditazione sulla fede della Chiesa.
Dopo aver riassunto la Sua catechesi in diverse lingue, il Santo Padre ha rivolto particolari espressioni di saluto ai gruppi di fedeli presenti.
L’Udienza Generale si è conclusa con il canto del Pater Noster e la Benedizione Apostolica.

CATECHESI DEL SANTO PADRE IN LINGUA ITALIANA

L'Anno della fede. La fede della Chiesa


Cari fratelli e sorelle,


continuiamo nel nostro cammino di meditazione sulla fede cattolica.

La settimana scorsa ho mostrato come la fede sia un dono, perché è Dio che prende l’iniziativa e ci viene incontro; e così la fede è una risposta con la quale noi Lo accogliamo come fondamento stabile della nostra vita. E’ un dono che trasforma l’esistenza, perché ci fa entrare nella stessa visione di Gesù, il quale opera in noi e ci apre all’amore verso Dio e verso gli altri.
Oggi vorrei fare un altro passo nella nostra riflessione, partendo ancora una volta da alcune domande: la fede ha un carattere solo personale, individuale? Interessa solo la mia persona? Vivo la mia fede da solo?
Certo, l’atto di fede è un atto eminentemente personale, che avviene nell’intimo più profondo e che segna un cambiamento di direzione, una conversione personale: è la mia esistenza che riceve una svolta, un orientamento nuovo.
Nella Liturgia del Battesimo, al momento delle promesse, il celebrante chiede di manifestare la fede cattolica e formula tre domande: Credete in Dio Padre onnipotente? Credete in Gesù Cristo suo unico Figlio? Credete nello Spirito Santo? Anticamente queste domande erano rivolte personalmente a colui che doveva ricevere il Battesimo, prima che si immergesse per tre volte nell’acqua. E anche oggi la risposta è al singolare: «Credo». Ma questo mio credere non è il risultato di una mia riflessione solitaria, non è il prodotto di un mio pensiero, ma è frutto di una relazione, di un dialogo, in cui c’è un ascoltare, un ricevere e un rispondere; è il comunicare con Gesù che mi fa uscire dal mio «io» racchiuso in me stesso per aprirmi all’amore di Dio Padre.
E’ come una rinascita in cui mi scopro unito non solo a Gesù, ma anche a tutti quelli che hanno camminato e camminano sulla stessa via; e questa nuova nascita, che inizia con il Battesimo, continua per tutto il percorso dell’esistenza. Non posso costruire la mia fede personale in un dialogo privato con Gesù, perché la fede mi viene donata da Dio attraverso una comunità credente che è la Chiesa e mi inserisce così nella moltitudine dei credenti in una comunione che non è solo sociologica, ma radicata nell’eterno amore di Dio, che in Se stesso è comunione del Padre, del Figlio e dello Spirito Santo, è Amore trinitario.
La nostra fede è veramente personale, solo se è anche comunitaria: può essere la mia fede, solo se vive e si muove nel «noi» della Chiesa, solo se è la nostra fede, la comune fede dell’unica Chiesa.
Alla domenica, nella Santa Messa, recitando il «Credo», noi ci esprimiamo in prima persona, ma confessiamo comunitariamente l’unica fede della Chiesa. Quel «credo» pronunciato singolarmente si unisce a quello di un immenso coro nel tempo e nello spazio, in cui ciascuno contribuisce, per così dire, ad una concorde polifonia nella fede. Il Catechismo della Chiesa Cattolica riassume in modo chiaro così: «"Credere" è un atto ecclesiale.
La fede della Chiesa precede, genera, sostiene e nutre la nostra fede. La Chiesa è la Madre di tutti i credenti. "Nessuno può dire di avere Dio per Padre, se non ha la Chiesa come Madre" [san Cipriano]» (n. 181). Quindi la fede nasce nella Chiesa, conduce ad essa e vive in essa. Questo è importante ricordarlo.
Agli inizi dell’avventura cristiana, quando lo Spirito Santo scende con potenza sui discepoli, nel giorno di Pentecoste - come narrano gli Atti degli Apostoli (cfr 2,1-13) - la Chiesa nascente riceve la forza per attuare la missione affidatale dal Signore risorto: diffondere in ogni angolo della terra il Vangelo, la buona notizia del Regno di Dio, e guidare così ogni uomo all’incontro con Lui, alla fede che salva. Gli Apostoli superano ogni paura nel proclamare ciò che avevano udito, visto, sperimentato di persona con Gesù. Per la potenza dello Spirito Santo, iniziano a parlare lingue nuove, annunciando apertamente il mistero di cui erano stati testimoni. Negli Atti degli Apostoli ci viene riferito poi il grande discorso che Pietro pronuncia proprio nel giorno di Pentecoste. Egli parte da un passo del profeta Gioele (3,1-5), riferendolo a Gesù, e proclamando il nucleo centrale della fede cristiana: Colui che aveva beneficato tutti, che era stato accreditato presso Dio con prodigi e segni grandi, è stato inchiodato sulla croce ed ucciso, ma Dio lo ha risuscitato dai morti, costituendolo Signore e Cristo. Con Lui siamo entrati nella salvezza definitiva annunciata dai profeti e chi invocherà il suo nome sarà salvato (cfr At 2,17-24). Ascoltando queste parole di Pietro, molti si sentono personalmente interpellati, si pentono dei propri peccati e si fanno battezzare ricevendo il dono dello Spirito Santo (cfr At 2, 37-41).
Così inizia il cammino della Chiesa, comunità che porta questo annuncio nel tempo e nello spazio, comunità che è il Popolo di Dio fondato sulla nuova alleanza grazie al sangue di Cristo e i cui membri non appartengono ad un particolare gruppo sociale o etnico, ma sono uomini e donne provenienti da ogni nazione e cultura. E’ un popolo «cattolico», che parla lingue nuove, universalmente aperto ad accogliere tutti, oltre ogni confine, abbattendo tutte le barriere. Dice san Paolo: «Qui non vi è Greco o Giudeo, circoncisione o incirconcisione, barbaro, Scita, schiavo, libero, ma Cristo è tutto e in tutti" (Col 3,11).
La Chiesa, dunque, fin dagli inizi è il luogo della fede, il luogo della trasmissione della fede, il luogo in cui, per il Battesimo, si è immersi nel Mistero Pasquale della Morte e Risurrezione di Cristo, che ci libera dalla prigionia del peccato, ci dona la libertà di figli e ci introduce nella comunione col Dio Trinitario. Al tempo stesso, siamo immersi nella comunione con gli altri fratelli e sorelle di fede, con l’intero Corpo di Cristo, tirati fuori dal nostro isolamento. Il Concilio Ecumenico Vaticano II lo ricorda: «Dio volle salvare e santificare gli uomini non individualmente e senza alcun legame fra loro, ma volle costituire di loro un popolo, che Lo riconoscesse nella verità e fedelmente Lo servisse» (Cost. dogm. Lumen gentium, 9).
Richiamando ancora la liturgia del Battesimo, notiamo che, a conclusione delle promesse in cui esprimiamo la rinuncia al male e ripetiamo «credo» alle verità della fede, il celebrante dichiara: «Questa è la nostra fede, questa è la fede della Chiesa e noi ci gloriamo di professarla in Cristo Gesù nostro Signore». La fede è virtù teologale, donata da Dio, ma trasmessa dalla Chiesa lungo la storia. Lo stesso san Paolo, scrivendo ai Corinzi, afferma di aver comunicato loro il Vangelo che a sua volta anche lui aveva ricevuto (cfr 1 Cor 15,3).
Vi è un’ininterrotta catena di vita della Chiesa, di annuncio della Parola di Dio, di celebrazione dei Sacramenti, che giunge fino a noi e che chiamiamo Tradizione. Essa ci dà la garanzia che ciò in cui crediamo è il messaggio originario di Cristo, predicato dagli Apostoli. Il nucleo dell’annuncio primordiale è l’evento della Morte e Risurrezione del Signore, da cui scaturisce tutto il patrimonio della fede.
Dice il Concilio: «La predicazione apostolica, che è espressa in modo speciale nei libri ispirati, doveva essere consegnata con successione continua fino alla fine dei tempi» Cost. dogm. Dei Verbum, 8). In tal modo, se la Sacra Scrittura contiene la Parola di Dio, la Tradizione della Chiesa la conserva e la trasmette fedelmente, perché gli uomini di ogni epoca possano accedere alle sue immense risorse e arricchirsi dei suoi tesori di grazia. Così la Chiesa «nella sua dottrina, nella sua vita e nel suo culto trasmette a tutte le generazioni tutto ciò che essa è, tutto ciò che essa crede» (ibidem).
Vorrei, infine, sottolineare che è nella comunità ecclesiale che la fede personale cresce e matura. E’ interessante osservare come nel Nuovo Testamento la parola «santi» designa i cristiani nel loro insieme, e certamente non tutti avevano le qualità per essere dichiarati santi dalla Chiesa. Che cosa si voleva indicare, allora, con questo termine? Il fatto che coloro che avevano e vivevano la fede in Cristo risorto erano chiamati a diventare un punto di riferimento per tutti gli altri, mettendoli così in contatto con la Persona e con il Messaggio di Gesù, che rivela il volto del Dio vivente. E questo vale anche per noi: un cristiano che si lascia guidare e plasmare man mano dalla fede della Chiesa, nonostante le sue debolezze, i suoi limiti e le sue difficoltà, diventa come una finestra aperta alla luce del Dio vivente, che riceve questa luce e la trasmette al mondo. Il Beato Giovanni Paolo II nell’Enciclica Redemptoris missio affermava che «la missione rinnova la Chiesa, rinvigorisce la fede e l’identità cristiana, dà nuovo entusiasmo e nuove motivazioni. La fede si rafforza donandola!» (n. 2).
La tendenza, oggi diffusa, a relegare la fede nella sfera del privato contraddice quindi la sua stessa natura. Abbiamo bisogno della Chiesa per avere conferma della nostra fede e per fare esperienza dei doni di Dio: la sua Parola, i Sacramenti, il sostegno della grazia e la testimonianza dell’amore.
Così il nostro «io» nel «noi» della Chiesa potrà percepirsi, ad un tempo, destinatario e protagonista di un evento che lo supera: l’esperienza della comunione con Dio, che fonda la comunione tra gli uomini. In un mondo in cui l’individualismo sembra regolare i rapporti fra le persone, rendendole sempre più fragili, la fede ci chiama ad essere Popolo di Dio, ad essere Chiesa, portatori dell’amore e della comunione di Dio per tutto il genere umano (cfr Cost. past. Gaudium et spes, 1).
Grazie per l’attenzione.

○ Saluto in lingua italiana


Un caloroso benvenuto ai pellegrini di lingua italiana. E vi ringrazio per la pazienza nonostante il tempo brutto, ma poteva essere anche peggiore.

Saluto i fedeli della Diocesi di Avezzano, con il loro Vescovo Mons. Pietro Santoro, venuti per commemorare i 100 anni di attività dell’Azione Cattolica Italiana in quella Chiesa particolare. Saluto i Rettori delle Università Cattoliche riuniti a Roma: la visita alle Tombe degli Apostoli accresca in tutti voi il senso di appartenenza alla Chiesa. Accolgo con gioia i membri della Scuola di Fede e di Preghiera "Figli in cielo" e quelli della Casa degli Italiani a Barcellona, incoraggiandoli ad intensificare il loro impegno in particolare verso le persone che maggiormente soffrono o sono bisognose di aiuto.

Un pensiero infine per i giovani, gli ammalati e gli sposi novelli. Domani celebreremo la Solennità di Tutti i Santi, che ci ricorda la chiamata universale alla santità: cari giovani, la vostra aspirazione alla felicità si realizzi nelle Beatitudini evangeliche; cari ammalati, portare la vostra croce con Cristo vi santifichi nell’amore; e voi, cari sposi novelli, sappiate dare il giusto spazio alla preghiera, perché la vostra vita coniugale sia un cammino di santità. Grazie a tutti voi.


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terça-feira, 30 de outubro de 2012

"Tutto è diventato così avvizzito". Il filosofo Spaemann a cinquant'anni dal Concilio Vaticano II


 

In una recente intervista rilasciata da Robert Spaemann al giornale Die Welt (26 ottobre 2012), il filosofo tedesco spiega perché a suo giudizio non c'è motivo, a cinquant'anni dal Concilio Vaticano II, per una celebrazione giubilare: "tutto infatti è divenuto così avvizzito... È subentrata nella Chiesa un'epoca del tramonto. Persone che negano la risurrezione di Cristo rimangono professori di teologia e predicano come sacerdoti. Persone che non vogliono pagare la tassa per il culto vengono cacciate fuori dalla Chiesa. Qui c'è qualcosa che non va". Vediamo in dettaglio l'intervista in una nostra traduzione:


Die Welt: Lei era a Roma per la celebrazione del giubileo del Concilio Vaticano II. Per lei personalmente un motivo per festeggiare?

Robert Spaemann: In verità no. Si deve dire apertamente in primo luogo che si è introdotta un'epoca del tramonto. Una celebrazione giubilare non può far assolutamente niente di fronte al fatto che migliaia di sacerdoti già durante il Concilio hanno lasciato il loro ministero.

Die Welt: Quale la responsabilità del Concilio a tal proposito?

Robert Spaemann: Fu parte di un movimento, che ha avvolto l'intero mondo occidentale, parte della cultura della rivoluzione. Papa Giovanni XXIII disse allora che fine del Concilio era l'aggiornamento della Chiesa. Questo fu tradotto da molti con adattamento, adattamento al mondo. Ma questo fu un malinteso. Aggiornamento significa: opposizione della Chiesa al mondo, che sempre ha avuto e sempre deve avere, attualizzandola per il nostro tempo. Questo è il contrario di adattamento.

Die Welt: Giovanni XXIII certamente nel suo stesso discorso di apertura del Concilio ha risvegliato le attese che si trattasse di adattamento.

Robert Spaemann: Questo è vero. Giovanni XXIII era un uomo profondamente devoto. Ma era impresso di un ottimismo che presto già lo si poteva definire scellerato. Questo ottimismo non era giustificato. Nelle cose ultime la prospettiva storica cristiana suona conforme al Nuovo Testamento: alla fine ci sarà un grande apostasia, e la storia si scontrerà con l'Anticristo. Ma di questo il Concilio non fa parola. Si è eliminato tutto ciò che alludeva a lite e conflitto. Si è voluto benedire lo spirito del mondo emancipatore e culturalmente rivoluzionario.

Die Welt: Se in Germania come all'inizio dell'anno un tribunale giudica che la Chiesa cattolica può essere chiamata impunita setta di pedofili nessuno protesta. Questo ha qualcosa a che fare con lo spirito del Concilio Vaticano II?

Robert Spaemann: Sì. Il Concilio ha indebolito i cattolici. La Chiesa si è sempre trovata in un combattimento, un combattimento spirituale, non militare, ma una lotta. L'Apostolo Paolo parla delle armi della luce, l'elmo della fede ecc. Oggi la parola "nemico" è diventata indecente, il comandamento "Amate i vostri nemici" non può essere più impiegato perché non siamo più autorizzati ad avere nemici. Per i cosiddetti cattolici progressisti c'è in realtà ancora solo un nemico: i tradizionalisti. Questo è sì un'eredità del Concilio. Certamente noi cristiani per le offese della fede e della Chiesa non dovremmo usare nessuna violenza. Ma protestare dovrebbe essere possibile.

Die Welt: I testi che il Concilio dopo lunghe discussioni ha approvato sono vaghi compromessi. Chi ha vinto, riformatori o tradizionalisti?

Robert Spaemann: Nessuno dei due. Entrambi gli schieramenti hanno agito al Concilio come politici. Questo vale soprattutto per il partito dei progressisti. Quando per una decisione potevano prevedere di non ottenere la maggioranza, hanno introdotto nella decisione di compromesso alcune clausole generali, da cui sapevano, che dopo il Concilio poteva essere ammollita. Hanno spesso lavorato in modo cospirativo. E hanno fino a oggi la prerogativa dell'interpretazione sul Vaticano. Gradualmente tuttavia si instaura una nuova coscienza. Lentamente si cessa di mentire nelle proprie tasche. Tutto è diventato così avvizzito: uomini che negano la risurrezione di Cristo possono rimanere professori di teologia cattolici e predicare come sacerdoti durante le Messe. Persone che non vogliono pagare la tassa per il culto vengono cacciate fuori dalla Chiesa. Qui certo qualcosa non funziona.

Die Welt: Cosa intende quando dice che i novatori avrebbero una prerogativa di interpretazione sul Vaticano?

Robert Spaemann: Le porto tre esempi. Oggi viene detto spesso che il Concilio avrebbe eliminato il celibato. Si dovrebbe solo condurre fino in fondo gli accenni di allora. A tal proposito mai prima alcun concilio ha difeso il celibato con così tanto rilievo. Secondo esempio. I vescovi tedeschi hanno annunciato nella cosiddetta dichiarazione di Königstein che l'insegnamento della Chiesa in materia di "pillola" non è vincolante. Il Concilio aveva detto proprio il contrario, ovvero che l'insegnamento della Chiesa in questa domanda obbliga in coscienza i cattolici. O, terzo esempio: ognuno sa che il Concilio ha autorizzato la lingua del popolo nella liturgia. Solo alcuni sanno: il Concilio ha soprattuto asserito che la lingua propria della liturgia della Chiesa occidentale è e riamane il latino. E Papa Giovanni XXIII ha appositamente scritto un'enciclica sul significato del latino per la Chiesa occidentale.

Die Welt: Cosa le disturba soprattutto?

Robert Spaemann: Non penso a singole scelte. Maggiormente a ciò che veramente è stato fatto dal Concilio. Forse si deve ricominciare a leggere i testi originali. Già alla fine del Concilio si è sollevato, come scrive Joseph Ratzinger, come un certo spettro, che si chiama "spirito del Concilio" che, molto condizionato, aveva a che fare solo con decisioni fattuali. Spirito del Concilio significa: la volontà del nuovo. Fino ad oggi i cosiddetti riformatori si richiamano attraverso tutte le possibili idee di riforma allo spirito del Concilio e intendono con ciò adattamento. Oggi però abbiamo bisogno del contrario del "mondanizzarsi della Chiesa", che già Lutero deplorava. Abbiamo bisogno di ciò che il Papa chiama "fine della mondanizzazione" (Entweltlichung).

Die Welt: Lei ha scritto: "L'autentico progresso rende talvolta necessarie le correzioni di corso e in talune circostanze anche passi indietro" Come può la Chiesa invertire rotta?

Robert Spaemann: Fondamentalmente deve fare quello che sempre ha fatto: deve sempre tornare indietro. Vive dei Santi, che sono modello del tornare indietro. Non è in ordine se la Chiesa in Germania, a cui appartiene la Casa Editrice "Weltbildverlag", si sostiene per anni mediante la vendita del porno. Per dieci lunghi anni i cattolici hanno informato di questo i vescovi e non è successo niente. Ora che il tutto viene fuori il segretario della Conferenza Episcopale Tedesca ha fatto di questi fedeli con disprezzo dei fondamentalisti. Che ora viene introdotta questa prassi di vendita ha a che fare poco evidentemente con il tornare indietro.



Fonte: Die Welt
Vedi anche la notizia su: www.kath.net

 

El magisterio de Pío XII sobre la liturgia




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Además de su testimonio celebrativo, Pío XII nos dejó numerosas alusiones sobre la sagrada liturgia en sus escritos magisteriales. Se aprecia en ellos la creciente sensibilidad hacia la dimensión cultual del cristianismo, a su legítimo pluralismo y su centralidad para la fe y la vida del pueblo cristiano. De entre sus escritos sobresalen dos de gran importancia: la encíclica Mediator Dei (1947) y su discurso a los participantes al Congreso de Liturgia celebrado en Asís (1956). Su magisterio litúrgico, junto con sus disposiciones en materia litúrgica[1], hicieron de Pío XII un papa de especial importancia para la renovación litúrgica del rito romano hasta nuestros días.

Fuentes:
Discursos y radiomensajes de su santidad Pío XII, 4 vol., Ediciones Acción Católica Española, Madrid, 1946-52. (=Discursos y radiomensajes)
Discorsi e radiomessaggi di sua santità Pio XII, 20 vol., Città del Vaticano, 1960. (=Discorsi)

Magisterio:
Al episcopado y a los fieles del rito greco-melquita (16/V/1939)[2].
En este discurso a la colonia melquita en Roma, el papa se refiere al rito greco-melquita como un rito muy noble y antiguo, calificando a las liturgias bizantinas de «splendides».
Las enseñanzas de la liturgia (5/VII/1939)[3].
En esta Audiencia General, el papa se dirige a los nuevos esposos, explicando los ritos del matrimonio, del que los contrayentes han sido ministros. Distingue tres momentos de sumo relieve: el mutuo consentimiento, confirmado y ratificado por la bendición y la entrega del anillo, «símbolo de fidelidad íntegra e indefectible»; la Epístola, que considera momento instructivo; después del Pater Noster, la bendición de los esposos.
La castidad conyugal (6/XII/1939)[4].
En esta Alocución el papa muestra cómo la lex orandi expresa la fe de la Iglesia, cuando habla de su Inmaculada Concepción: «...María fue inmaculada ya desde su misma concepción, para ser digna Madre del Salvador. Por ello la Iglesia en su liturgia, en la que resuena el eco de sus dogmas, se expresa así: “Oh Dios, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparaste a tu Hijo morada digna en Él” (Orat. in festo Immac. Concep. B. M. V.)».

Directrices del pastor supremo a los párrocos y predicadores cuaresmales de Roma (6/II/1940)[5].
El papa exhorta a los párrocos para que su dignidad resplandezca en el pueblo, para que conozca y comprenda con viva fe el significado y el valor de los sacramentos, que con inteligencia y participación personal puedan seguir las admirables ceremonias y la inefable belleza de la liturgia.
A los fieles del rito bizantino en Italia (18/10/1940)[6].
El papa recuerda que tanto él como sus predecesores cuidan de que se observen los usos legítimos del rito y las prescripciones de la liturgia, de modo que esa fidelidad suscite en los fieles el amor a la normativa eclesiástica y al culto divino. También sostiene que la diversidad del rito no debe ir en contra de la unidad de la fe y la caridad.
A la archicofradía de la adoración perpetua y de socorro a las iglesias pobres (1/V/1941)[7].
El espíritu de fe es el vínculo sustancial de los fieles con su parroquia, y esa fe se apoya en la materia. Aquí encontramos un eco de la actuosa participatio: «¿No es verdad que la participación asidua y activa en la vida parroquial y en sus obras, la asistencia frecuente a la iglesia y a sus funciones sagradas, resultarían facilitadas y ayudadas en grado sumo cuando el ornato de los sacros altares sea una dulce invitación y una potente atracción así para los ojos del alma como para la devoción religiosa, ávida siempre de belleza aun en las iglesias?».
Consideraciones y exhortaciones en torno a la oración (13/III/1943)[8].
En estas consideraciones el papa afirma que de todas las prácticas de piedad, la máxima, la más eficaz y de santa devoción es la participación de los fieles en el santo Sacrificio, por los cuales ora el sacerdote en el acto de ofrecer la víctima divina. También exhorta a gustar de la profunda belleza de la plegaria litúrgica de la misa y a participar activamente. En este sentido, considera el misal como el máximo libro de devoción e la Iglesia.
Encíclica «Orientalis Ecclesiae» (9/IV/1944)[9].
En esta Encíclica se vuelve a hablar sobre ala legítima libertad, el genio y la historia de los ritos orientales, fundados en una legítima y antigua tradición. Se vuelve a insistir en la unidad en la pluralidad de expresiones rituales.
Instrucción pastoral sobre los sacramentos (7/II/1945)[10].
En esta audiencia el papa habla de la ‘impresión psicológica’ que dejan las ceremonias eclesiásticas. El sacerdote debe realizar los ritos de forma majestuosa pero sin afectación, signo de fe profunda y de íntimo recogimiento.
Homilía en la “capilla papal” de la Basílica de Ostia (18/IX/1947)[11].
En esta homilía el papa alude a la expresión opus Dei, que refieren los benedictinos al Oficio Divino, a la que tienen tanta dedicación y diligencia. Describe la liturgia como omnis cultus Ecclesiae auctoritate constitutus
Encíclica «Mediator Dei et hominum» (20/XI/1947)[12].
Esta encíclica ha sido considerada como la Carta Magna del movimiento litúrgico. Los documentos posteriores, especialmente la Constitución Sacrosanctum Concilium, la tuvieron en cuenta como fundamento teológico-magisterial de las reformas que se fueron sucediendo. Salió al paso de la doctrina caseliana de los misterios, asumiendo parte de la misma y descartando algunas de sus conclusiones. También menciona algunos abusos y reinterpreta el adagio de Próspero de Aquitania dando primacía a la lex credendi sobre la lex orandi. Reacciona también ante un liturgismo exagerado y critica algunas tendencias y explicaciones litúrgicas de su tiempo. Se ha querido ver también en la encíclica las bases de la teología de la participación litúrgica[13].
El celo por el culto eucarístico (8/II/1949)[14].
El papa habla del celo por la belleza de la casa de Dios, la necesidad y urgencia de dar decoro a las iglesias y da las razones de la pobreza y miseria de los ornamentos en algunas iglesias: al egoísmo y a la indigencia.
Radiomensaje al Congreso interamericano de educación católica (6/X/1948)[15].
La instrucción religiosa debe ir unida al «santo temor de Dios, la costumbre de recogerse en oración, y la participación plena y consciente en el espíritu del Año litúrgico de la Santa Madre Iglesia, fuente de incontables gracias».
A los párrocos y predicadores cuaresmales de Roma (23/III/1949)[16].
Para el papa la misa es la sustancia y el sentido de la liturgia. Dispone al Año Santo (a. 1950), y se debe participar en ella de manera consciente y personal. Dicha participación debe tener una resonancia en la vida cotidiana, de forma que los propios sacrificios se deben unir al sacrificio de Cristo.
Constitución Apostólica «Munificentissimus Deus» (1/XI/1950)[17].
El papa usa el argumento litúrgico para probar el dogma de la Asunción. Cita documentos litúrgicos: Sacramentarium Gregorianum, Sacramentarium Gallicanum, etc.[18]
En el octogésimo aniversario de la Primaria Associazione Artistico-operaria (7/XII/1952)[19].
En esta Audiencia el papa habla del Adviento como disposición para la Navidad, y de paso describe la liturgia como ‘fuente preciosa y perenne de luz y de alegría’.
Discurso al sacro colegio y al episcopado sobre el sacerdocio y el gobierno pastoral (2/XI/1954)[20].
En este discurso, Pío XII advierte a los obispos acerca de la improvisación y el abandono en el cumplimiento fiel de las rúbricas. Ellas obligan a todos, incluso a los estudiosos en sagrada Liturgia. Este abuso iría en contra de los cánones (código de 1917) 1257 y 818.
Encíclica «Musicae sacrae disciplina» (25/XII/1955)[21].
En este encíclica se valora el canto gregoriano sobre el polifónico, aunque dicha preferencia se debe ajustar en lo que se refiere a otros ritos, sive occidentalium populorum, ut Ambrosiani, Gallicani, Mozarabici, sive variorum Rituum Orientalium. Los tesoros litúrgicos de canto (cantu liturgico pretiosos) de estas tradiciones se deben conservar. Se da una especial atención a los ritos orientales.
Discurso a los participantes al Congreso Internacional de Liturgia Pastoral (22/IX/1956)[22].
A. Bugnini destacó la importancia que otorgó Pío XII a este Congreso por medio de su discurso, junto con la intervención del entonces prefecto de la Congregación de Ritos, Gaetano Cicognani[23]. En ese discurso, Pío XII afirmó: «El movimiento litúrgico aparece como un signo de las disposiciones providenciales de Dios sobre el tiempo presente (signo de los tiempos), como un paso del Espíritu Santo en su Iglesia, para acercar ante todo a los hombres a los misterios de la fe y a las riquezas de la gracia, que corren de la participación activa de los fieles en la vida litúrgica».
Solemne conmemoración de la obra de Benedicto XIV (primera quincena de noviembre de 1958)[24].
Pío XII reconoce el empeño de cultivar los estudios litúrgicos, alabado anteriormente por P. Guéranger (Institutions Liturgiques, II, Paris 1880, 494).
Adolfo Ivorra
León

[1] Revisión del Salterio en 1945, la reforma de la Vigilia Pascual en 1951, las misas vespertinas y la reforma del ayuno en 1953 y la simplificación de rúbricas de 1955.
[2]Discorsi, I, 125s.
[3]Discursos y radiomensajes, I, 239-248. Audiencia general a numerosos peregrinos, junto con un denso grupo de recién casados.
[4]Discursos y radiomensajes, I, 435-437. Palabra dirigida a los esposos cristianos sobre la dignidad de María y el ejemplo de sus virtudes.
[5]Discorsi, I, 517-526.
[6]Discorsi, II, 265-270. Dirigido a los participantes del Sínodo inter-parroquial tenido en la abadía de Santa Maria di Grottaferrata.
[7]Discursos y radiomensajes, III-I, 75-82. Archicofradía instalada en Roma, en la Iglesia del Corpus Domini.
[8]Discorsi, V, 5-17. A los párrocos y predicadores cuaresmales de Roma.
[9]Discorsi, VI, 325-340. Con ocasión del XV centenario de la muerte de san Cirilo de Alejandría.
[10]Discorsi, VI, 307-321. Se trata de la audiencia anual a los párrocos y predicadores cuaresmales de Roma.
[11]Discorsi, IX, 235-241. Con ocasión del XIV centenario del tránsito de san Benito.
[12]Discorsi, IX, 493-561; Salamanca, 1963. Edición junto con la Constitución Sacrosanctum Concilium y estudio introductorio comparativo en: A. Nichols, A Pope and a Council on the Sacred Liturgy, Hampshire, 2002.
[13] Cf. M. Garrido, Grandes maestros y promotores del Movimiento Litúrgico, Madrid, 2008, 18-21.
[14]Discorsi, X, 369-372. Audiencia a la Arciassociazione deel’Adorazione perpetua e di soccorso delle chiese povere.
[15]Discorsi, X, 243-249.
[16]Discorsi, XI, 11-16.
[17]Discorsi, XII, 473-492. Definición dogmática de la Asunción en cuerpo y alma de María al Cielo.
[18]In liturgicis libris, qui festum referunt vel Dormitionis, vel Assumptionis Sanctae Mariae, dictiones habentur, quae concordi quodam modo testantur, cum Deipara Virgo ex hoc terrestri exsilio ad superna pertransiit, sacro eius corporis ex Providentis Dei consilio ea contigisse, quae cum Incarnati Verbi Matris dignitate consentanea essent, cum ceterisque privilegiis eidem impertitis.
[19]Discorsi, XIII, 413-418.
[20]Discorsi, XVI, 245-256.
[21]Discorsi, XVII, 571-588.
[22]Discorsi, XVIII, 465-479; Discurso al Congreso Internacional de Liturgia Pastoral, Barcelona, 1957. Cf. AAVV., Atti del primo Congresso internazionale di pastorale liturgica. Assisi-Roma, 18-22 settembre 1956, Genova, 1957 .Celebrado en Asís, aunque la Audiencia del papa fue Castel Gandolfo.
[23] Cf. A. Bugnini, La riforma liturgica (1948-1975), Roma, 1983, 24.
[24]Discorsi, XX, 453-472.

Adolfo Ivorra
Publicado en Pastoral Litúrgica 306-307 (2008) 73-79.
fonte:lexorandi

A Nova Evangelização e a Sagrada Liturgia, por Dom Athanasius Schneider.




 

A Nova Evangelização e a Sagrada Liturgia, por Dom Athanasius Schneider.

Fonte: Réunicatho | Tradução: Fratres in Unum.com

<http://fratresinunum.files.wordpress.com/2011/05/schneider.jpg?w=300&h=201>

Dom Athanasius Schneider celebra missa de abertura do Congresso Summorum Pontificum em Roma.

Para falarmos corretamente da nova evangelização, é indispensável fixarmos, primeiramente, o nosso olhar sobre Aquele que é o verdadeiro evangelizador, isto é, Nosso Senhor e Salvador Jesus Cristo, o Verbo de Deus feito Homem. O Filho de Deus veio a esta terra para expiar e redimir o maior pecado, o pecado por excelência. E o pecado por excelência da humanidade consiste na recusa de adorar a Deus, na recusa de Lhe reservar o primeiro lugar, o lugar de honra. Este pecado dos homens consiste no fato de não se dar atenção a Deus, no fato de que não se tem mais o sentido das coisas, ou dos detalhes que emergem de Deus e da adoração que Lhe é devida, no fato de não se querer ver a Deus, no fato de não se querer ajoelhar diante de Deus.ler...

Frutos da Santa Missa para a hora presente, por Pio XII



Frutos da Santa Missa para a hora presente, por Pio XII

Discurso aos Párocos e Pregadores Quaresmalistas, 23 de março, 1949.
Ao centro da preparação dos fiéis muitos párocos colocaram a Santa Missa para os homens. Nesta Missa, que reúne ao domingo os homens da paróquia, eles mostram para eles a substância e o sentido da santa liturgia. O primeiro fruto de tal prática é de fazer tomar parte de maneira consciente e pessoal no divino sacrifício do altar.
Nós louvamos tal costume no seu espírito e no seu método. Ele coloca o sacrifício da Missa no seu verdadeiro lugar, no coração da vida e de toa a liturgia da Missa, sobretudo quando se pensa na indecorosa ignorância de tantos sobre um mistério tão sublime.
Todavia é de suma importância considerar os efeitos que dela se irradiam para os homens, até no campo eclesiástico e civil.
Realmente:
1. Instruídos e habituados a venerar e amar o santo sacrifício da missa, os vossos homens tornar-se-ão facilmente homens de oração e farão de suas famílias como um santuário de oração. E isto é estritamente necessário. Quem poderia negar que o espírito de oração vai diminuindo, enquanto que o espírito do mundo ganha terreno até no seio da família, que pretende permanecer católica e fiel a Cristo? Se a cruzada para a oração em família é acolhida com fervor em outros países; se até conhecidos atores dos maiores centros cinematográficos do mundo colocaram-se ao serviço de uma causa tão santa: como poderiam os católicos da Cidade Eterna permanecerem nisto a eles inferiores?
2. Os homens que se aplicam seriamente em penetrar o sentido e o alcance do sacrifício da Missa, não podem deixar de avivar neles mesmos o espírito de domínio de si, de mortificação, de subordinação das coisas terrenas às celestes, de absoluta obediência à vontade e à lei de Deus, especialmente se vós tiverdes o cuidado de inculcar neles tais sentimentos. É esta uma necessidade da hora presente, não menos do que o renovado zelo pela oração, pois que hoje muitos - entre os quais é doloroso ver também não poucos católicos - vivem como se o fim de tudo fosse formar-se um paraíso sobre a Terra, sem pensamento algum para o além, para a eternidade.
A tendência natural do homem caído para as coisas terrenas, a sua incapacidade de compreender as coisas do Espírito de Deus é infelizmente favorecida em nossos dias pela cumplicidade de tudo quanto o circunda. Muitas vezes Deus não é negado, nem injuriado, nem blasfemado; Ele é como que um grande ausente. A propaganda para uma vida terrestre sem Deus é aberta, sedutora, contínua. Com razão observou-se que geralmente, mesmo nos filmes indicados como moralmente irrepreensíveis, os homens vivem e morrem como se não existisse Deus, nem a Redenção, nem a Igreja. Nós não queremos aqui colocar em discussão as intenções; não é porém verdade que as conseqüências destas representações cinematográficas neutras, já se estenderam e aprofundaram? Adiciona-se ainda a isto a nefasta propaganda deliberadamente dirigida para a formação da família, da sociedade, do próprio Estado, sem Deus. É uma torrente cujas águas lodacentas tentam penetrar até no campo católico. Quantos já foram contaminados! Com a própria boca, eles se professam ainda católicos, mas não percebem que suas condutas desmentem com os fatos aquela profissão de fé.
Não há portanto mais tempo para se perder, para fazer parar com todas as forças este deslize de nossas próprias fileiras na irreligiosidade e para acordar o espírito de oração e de penitência. A pregação das primeiras e principais verdades da fé e dos fins últimos, não somente nada perderam de sua oportunidade em nosso tempo, mas, antes, tornam-se mais que nunca necessárias e urgentes. Também a pregação sobre o inferno é atual. Por sem dúvida, semelhante argumento deve ser tratado com dignidade e sabedoria. Mas quanto à substância mesma desta verdade a Igreja tem, diante de Deus e dos homens, o sagrado dever de anunciar, de ensinar sem qualquer atenuante, como Cristo a revelou, e não há nenhuma condição de tempo que possa fazer diminuir o rigor desta obrigação. Ela atinge e liga em consciência todo sacerdote a cujo ministério ordinário e extraordinário foi confiada a cura de doutrinar, admoestar e guiar os fiéis. É verdade que o desejo do céu é um motivo em si mesmo mais perfeito do que o temor das penas eternas; mas disto não se deduz que ele seja para todos os homens também o motivo mais eficaz para mantê-los distantes do pecado e convertê-los a Deus.
Meditai as palavras que o Senhor, na vigília de sua Paixão, dirigiu ao Apóstolo Pedro. "Eis que Satanás procura joeirar-te como o grão de trigo"; palavras de um impressionante significado no momento em que vivemos. Valem não somente para os pastores, mas também para toda a grei. Nas formidáveis controvérsias religiosas, das quais somos testemunhas, não se pode contar senão com fiéis que oram e se esforçam, mesmo a preço de grandes renúncias, por conformar suas vidas à lei de Deus. Todos os demais, na ordem espiritual - e disto se trata - oferecem-se indefesamente aos golpes do inimigo.
3. Um efeito da Missa para os homens, efeito salutar não só para eles pessoalmente, mas também para as famílias, será que fecharão os olhos e o coração a tudo o que na imprensa, nos filmes, nos espetáculos, ofende o pudor e viola a lei moral. Onde, realmente, senão aqui, deverá verdadeiramente operar o espírito de penitência e de abnegação em união com Cristo?
Quando se pensa, de uma parte, nas nauseantes cruezas e coisas impuras, colocadas em amostra nos jornais, nas revistas, nas telas, nas cenas, e de outra parte, as inconcebíveis aberrações dos progenitores que vão com seus filhos deleitarem-se com semelhantes horrores, o rubor sobe à face, rubor de vergonha e de desprezo. A luta contra aquela peste, especialmente assinalando-lhe as manifestações às autoridades públicas, conseguiu já confortante resultado, e Nós nutrimos esperanças que ela será sempre mais eficaz e benéfica.
Graças ao céu, em algumas nações, particularmente naquelas de maior produção cinematográfica, os católicos trabalham metodicamente e com feliz sucesso para a moralização e dignidade dos filmes.
4. Nós esperamos da comum assistência dos homens à Santa Missa também outro fruto de capital importância: queremos aludir ao espírito de docilidade e de plena adesão ao Romano Pontífice, e de fraterna e estreita união entre os fiéis, toda vez que se trata de defender a causa da Igreja.
A causa da Igreja! Seus inimigos desencadearam contra Ela uma violenta campanha de palavras e de escritos. Para eles todos os argumentos, também os mais absurdos, são bons, se servem para o fim a que tendem, e este fim é o de desagregar a unidade e a cooperação dos católicos, de abalar a confiança para com o Vigário de Cristo, para com os bispos e o clero. A arma preferida por eles é a calúnia, porque sabem muito bem que nunca ela é totalmente inofensiva, mas inocula nos espíritos a dúvida, a suspeita, a crítica, e nos corações um desafeto, que por vezes chega até ao ódio. Assim a obediência e a concórdia são expostas ao perigo de se tornarem a pouco e pouco corruptas e de serem destruídas. Relede a palavra de Cristo sobre o "pai da mentira": o mesmo vale para esta campanha de calúnias.
Bem outros frutos podem ainda recolher-se da Missa para os homens. Nós não mencionamos senão alguns entre os que pareciam mais corresponder à necessidade da hora e melhor servir à preparação interna dos fiéis.
Pio XII