domingo, 28 de novembro de 2010

mons . Guido Marini : no hay que olvidar nunca que las celebraciones presididas por el Papa están llamadas a ser punto de referencia para toda la Iglesia. Es el Papa, el Sumo Pontífice, el gran licurgo de la Iglesia, aquel que, también a través de la celebración, ejerce un auténtico magisterio litúrgico al que todos deben mirar.

Entrando en el Adviento

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En este primer domingo de Adviento, que marca el comienzo de un nuevo año litúrgico, presentamos una entrevista a monseñor Guido Marini, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias.
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Monseñor Marini, ¿cuál es el significado del Adviento?

El Adviento es el tiempo de la espera. De la espera que hace referencia a una venida, la del Señor Jesús, el Hijo de Dios, el único Salvador del mundo. El pueblo cristiano, en este tiempo fuerte del año litúrgico, vive la propia fe renovando la conciencia gozosa de una triple venida del Señor, de la que hablan también los Padres de la Iglesia.
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¿Qué significa?

Una primera venida, de la cual hacer grata memoria, es la del Hijo de Dios en la historia de los hombres, al momento de la Encarnación. Una segunda venida es la que se realiza en el hoy de la vida, y que es incesante. Ésta toma forma en una multiplicidad de modos, comenzando por la Eucaristía, presencia real del Señor en medio de los suyos, para continuar con los sacramentos, la palabra de la divina Escritura, los hermanos, sobre todo los pequeños y necesitados. Una tercera venida, para esperar en la esperanza, es la que se realizará al final de los tiempos cuando el Señor volverá en la gloria y todo será recapitulado en Él.
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El Adviento tiene también una dimensión mariana…

En el tiempo del Adviento el pueblo cristiano está llamado a renovar la conciencia de que su vida está toda contenida en el misterio de Cristo, Aquel que era, que es y que viene. También por esto el Adviento es un tiempo marcadamente “mariano”. La Santísima Virgen es aquella que, de modo único e irrepetible, ha vivido la espera del Hijo de Dios, es aquella que de modo singular está toda contenida en el misterio de Cristo.
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¿De qué modo los fieles y las comunidades cristianas pueden ayudarse a vivir mejor este momento fuerte del tiempo litúrgico de la Iglesia?
Entrando en este tiempo con la actitud interior de quien se prepara a vivir un período de conversión y de renovación, orientando con decisión la propia vida al Señor Jesús. La Iglesia, con el año litúrgico, nos ofrece periódicamente la gracia de vivir momentos espiritualmente fuertes, ocasiones propicias para reencontrar el impulso del camino hacia la santidad. En el Adviento, tal impulso tiene un tono singular, que es el de la alegría. La alegría por el pensamiento de que el Señor es nuestro contemporáneo y está cerca de nosotros hoy, en el presente de nuestra existencia, en la cotidianeidad sencilla de nuestras jornadas. La alegría ante el pensamiento de que el futuro no está envuelto en la oscuridad sino que brilla la luz del Cielo de Dios en Cristo. Todo esto se convierte en experiencia de vida también en virtud de un camino personal y comunitario de conversión, hecho de una más intensa y prolongada oración, de alguna forma penitencial y de separación de la mentalidad del siglo presente, de una caridad más generosa y auténticamente cristiana.
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¿Cuáles son las características de las celebraciones en este período?

La Liturgia, a través de los ritos y de las oraciones, conduce a la participación activa del misterio celebrado. Por lo tanto, en la celebración del tiempo de Adviento, debe transmitir el sentido de la espera típico del Adviento. Lo debe hacer con sus oraciones, con su canto, con su silencio, con sus colores y con sus luces. En todo debe hacerse presente el misterio del Señor que viene, Él que es el Principio y el Fin de la historia; en todo debe mostrarse de qué modo es tangible la alegría verdadera y sobria de la fe; en todo debe transparentarse el compromiso por el cambio del corazón y de la mente para una pertenencia más radical a Dios.
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¿Y cuáles son las particularidades de las liturgias pontificias?

Si bien en un contexto peculiar, como es el debido a la presencia del Santo Padre, las liturgias pontificias no pueden presentar sino las características típicas de este tiempo del año. Con una característica adicional: la ejemplaridad. Porque no hay que olvidar nunca que las celebraciones presididas por el Papa están llamadas a ser punto de referencia para toda la Iglesia. Es el Papa, el Sumo Pontífice, el gran licurgo de la Iglesia, aquel que, también a través de la celebración, ejerce un auténtico magisterio litúrgico al que todos deben mirar.
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Este año en particular la liturgia de las primeras Vísperas de Adviento está insertada en una “Vigilia por la vida naciente”. ¿Cuál es el significado de esta particular “combinación”?

Se trata de una combinación que se está revelando feliz. La iniciativa de una “Vigilia por la vida naciente”, promovida por el Pontificio Consejo para la Familia, se inserta de este modo en la celebración de inicio del Adviento, un tiempo muy indicado para llamar la atención sobre el tema de la vida. El Adviento es el tiempo de la espera de María, que llevaba en su seno al Verbo de Dios hecho carne. El Adviento es la espera de la Vida verdadera, que se ha manifestado en el Hijo de Dios hecho hombre, plenitud y cumplimiento del designio de Dios sobre la humanidad. En aquella Vida, aparecida en Belén, ha encontrado un significado nuevo y definitivo la dignidad de toda vida humana. De este modo, realmente, rezar por la vida naciente, en el contexto de la celebración de las primeras Vísperas para el comienzo del año litúrgico, resulta significativo y providencial.
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