domingo, 31 de maio de 2015

Solemnidad Santísima Trinidad - Fiesta Mayo 31 De 2015


Solemnidad Santísima Trinidad - Fiesta Mayo 31 De 2015

sábado, 30 de mayo de 2015|

EL DOGMA
DE LA
SANTÍSIMA TRINIDAD

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804).

254 Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.

255 Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331).


Resumen

261 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

262 La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es "de la misma naturaleza que el Padre", es decir, que es en Él y con Él el mismo y único Dios.

263 La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria".

264 "El Espíritu Santo procede principalmente del Padre, y por concesión del Padre, sin intervalo de tiempo procede de los dos como de un principio común" (S. Agustín, De Trinitate, 15,26,47).

265 Por la gracia del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19) somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios 9).

266 "La fe católica es ésta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las Personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad" (Símbolo "Quicumque": DS, 75).

267 Las Personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.



Historia de la Fiesta


Comenzó a celebrarse esta fiesta hacia el año 1000, tal vez un poco antes. Parece ser que fueron los monjes los que asignaron el Domingo después de Pentecostés para su celebración. Las iglesias diocesanas comenzaron a seguir el ejemplo de los benedictinos y los cistercienses, y en los dos siglos siguientes, la celebración se extendió por toda Europa. Roma, siempre tan conservadora en cuestión de liturgia, tardó en admitir la nueva fiesta. Por fin, en 1334, el Papa Juan XXII la introdujo como fiesta de la Iglesia universal.

El Domingo de la Santísima Trinidad es de institución relativamente tardía, pero fue precedido por siglos de devoción al misterio que celebra. Tal devoción arranca del mismo Nuevo Testamento; pero lo que le dio especial impulso fue la lucha de la Iglesia contra las herejías de los siglos IV y V. 


Significado de la Fiesta

El objeto de la fiesta no es una realidad abstracta. Lo que adoramos es el Dios vivo, el Dios en que vivimos, nos movemos y existimos. Las personas divinas de la Trinidad no son extrañas. Por el bautismo participamos en la vida de Dios; entramos en relación personal con el Dios uno y trino. La gracia bautismal nos incorpora a Cristo, nos llena con su Espíritu, nos hace hijos de Dios. En una meditación sobre la Trinidad, Santo Tomás de Aquino afirma que por la gracia no sólo el Hijo, sino también el Padre y el Espíritu Santo vienen a morar en la mente y el corazón. El Padre viene fortaleciéndonos con su poder; el Hijo, iluminándonos con su sabiduría, el Espíritu Santo, con su bondad llena de amor nuestros corazones.


Símbolo
Niceno-Constantinopolitano



Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador de cielo y tierra,
de todo lo visible y lo invisible.


Creo en un solo Señor,
Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre,
por Quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día,
según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.


Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.


Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un sólo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.


El Misterio



El misterio de la Santísima Trinidad
consiste en que Dios es uno solo
y en Él hay tres Personas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo

El misterio de la Santísima Trinidad nos ha sido revelado por la Persona, palabras y acciones de Jesucristo. Después de haber hablado por los Profetas, Dios envió a su Hijo, Jesucristo, quien nos dio la Buena Nueva de la salvación. Éste es el mensaje del Nuevo Testamento. Con sus palabras y acciones, y especialmente en su sagrada Persona, Jesús nos dio a conocer las más profundas verdades acerca de Dios. La Trinidad es el misterio más profundo.

Jesús nos ha revelado los secretos del Reino de los Cielos. La suprema de sus enseñanzas es el secreto de Dios mismo. Nos ha hablado de la vida de Dios. Nos enseñó que Dios, siendo uno solo, hay en Él tres Personas iguales.

Nos dijo sus nombres:

"Padre, Hijo y Espíritu Santo"

Jesucristo se presentó a Sí mismo como el eterno y divino Hijo de Dios. Afirmó que es el Hijo, el Unigénito del Padre, igual al Padre.

Jesús nos reveló más plenamente al Padre. Siempre hablaba de su Padre llamándole por este nombre. Nos enseñó a amar a nuestro Padre celestial porque nos ama. Él quiere ayudarnos en todas las necesidades de alma y cuerpo. Quiere llevar a sus hijos a su hogar del Cielo.

Jesús reveló la tercera Persona divina, el Espíritu Santo. El Padre y el Hijo, después de la Resurrección, lo enviaron a la Iglesia. Jesús había prometido enviar la tercera Persona, Dios igual que Él mismo y el Padre.

Jesús, el Divino Maestro, habló a sus discípulos acerca del verdadero Dios y los llamó a ser hijos de Dios por el don del Espíritu.

Honramos a la Santísima Trinidad siempre que tomamos conciencia de que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo están presentes en nuestra alma. Le honramos así mismo cuando tratamos de entender con la ayuda de la fe, que por el Bautismo estamos llamados a íntima unión de amor con las tres divinas Personas.


Misión de la Santísima Trinidad
  1. En la Creación: Dios Padre está como principio de todo lo que existe.
  2. En la Encarnación: Dios se encarna, por amor a nosotros, en Jesús, para liberarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.
  3. En Pentecostés: El Padre y El Hijo se hacen presentes en la vida del hombre en la Persona del Espíritu Santo, cuya misión es santificarnos, iluminándonos y ayudándonos con sus dones a alcanzar la vida eterna.
¿Qué hacemos al persignarnos?

"En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" Es costumbre de los católicos repetir frecuentemente estas palabras, al principio y al fin de nuestras acciones. Cada vez que hacemos la Señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad:
  1. En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalando el cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida.
  2. ... y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.
  3. ... y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombro izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la gracia para vivir de acuerdo con los mandatos de Jesucristo.

Oración de Adoración
a la
Santísima Trinidad



Adoración al Padre Eterno
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria



Oración


Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la Santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción a los cielos.

Adoración al eterno Hijo
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria


Oración

Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la Santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.

Adoración al Espíritu Santo
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria



Oración

Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la Santísima Virgen, vuestra amantísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar, hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver más a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima protección de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedáis a mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.
Texto Tomado del Catecismo de la Iglesia Católica – La Profesión de la Fe – La Revelación de Dios como Trinidad – La Santa Sede – Vaticano


Mayo nunca termina ,Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Mayo nunca termina

Estamos viviendo momentos únicos e insólitos en la historia de la Iglesia. Quienes han de confirmarnos en la fe de Cristo, nuestros pastores, se han erigido enjueces en un tribunal humano con el fin de enjuiciar la Sabiduría Divina. La Sabiduría de Dios está en juicio esperando sentencia humana. Aquello que Dios Todopoderoso ha sentenciado y condenado como pecado y camino de perdición es revisado por el tribunal humano. Estamos en tiempo de revisión de la Sabiduría Divina, las “necesidades” del mundo lo exigen, dicen los nuevos jueces de Dios.
¿Qué hacer? ¿A quién seguir? ¿Quién nos da palabra de verdad, confirmándonos en la fe católica? Estamos en el tiempo apremiante de recurrir a quien es el Auxilio de los cristianos, nuestra Santísima Madre de Dios y Madre nuestra. En Ella, Auxilio y Refugio, encontramos el consuelo a la angustia y asfixia que nuestros pastores no han sumido, unos por desviarse claramente de la fe, otros por callar y ser cómplices con su silencio.
A Jesús por María siempre hemos dicho. Esta verdad inquebrantable nos consuela y alivia nuestra alma de las tinieblas de la confusión, manteniéndonos en la luz de la Verdad de Dios, de la Verdad de la Iglesia, de la fe que no cambia. Nos mantiene en la Iglesia que sobrevive a todos aquellos que han querido destruirla. Todas las herejías han sucumbido, despareciendo, mientras la Iglesia católica permanece y permanecerá. Ella desde su posición privilegiadísima de Esposa de Cristo contempla, a lo largo de la historia, como todos sus enemigos se han desvanecido en el olvido.
Los sacerdotes nunca podremos entender la predilección que Nuestra Santísima Madre tiene hacia nosotros. De ninguno se olvida, a ninguna deja de lado. Pero, nos quierelimpios de corazón y rectos de intención como “sables de acero”. ¿Entendemos este significado?: cortar todo aquello que no es de Dios.
Una gran mayoría son hijos perdidos de la Santísima Madre. ¿Quién no está perdido? Ella, en su amorosísima preocupación por sus hijos predilectos, nos corrige maternalmente, como sólo sabe Ella. Nos quiere fidelísimos a su Santísimo Hijo, purísimos de corazón, inquebrantables en la fe, fervorosos en nuestro ministerio, recogidos en la oración, alejados de lo mundano, alentados y guiados por el Espíritu Santo; en definitiva, revestidos de su Hijo Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
El mes de mayo nunca termina, el mes de María por excelencia. Todos los meses del año son para Ella. Ella está siempre a nuestro lado, al lado de todos sus hijos, y muy especialmente de sus hijos predilectos sacerdotes. Ella sigue junto al sacerdote en el momento único y privilegiado del día a día de nuestra vida, el Santo Sacrificio de la Misa. ¡Qué cerca se halla de nosotros! Atentadevotísima, y reparando. Pero, como hijos perdidos, muchos sacerdotes, como hijos predilectos, no son conscientes de ello. Para no reparar, no reparan ni en Su presencia. No reparan en el acercamiento que hay en ese momento con la Santísima Trinidad, y la Madre presente al pie de la Cruz, viviendo y reparando el Santo Sacrificio en el más absoluto y excelso silencio y recogimiento.
La Santa Misa ha trascurrido y no han reparado en la presencia de la Santísima Madre ni en toda la realidad del misterio. Esta es la razón de la falta de devoción, de las prisas, de la falta de preparación, de acción de gracias, de la indiferencia a las rúbricas, del exceso de protagonismo; y lo que es más grave aún, de la falta de delicadeza y cuidado con el Santísimo Cuerpo de Nuestro Señor.
Estos “descuidos” tan lamentables en el Santo Sacrificio tienen sus consecuencias en la vida de cada persona, la fe se debilita. La entereza se desmorona, la firmeza titubea. La apariencia engaña no dejando trasparentar la duda interior. Y ya no saben cortar lo que no es de Dios. Se han mundanizado, tienen las manos “atadas” aunque las muevan en cualquier dirección. Son las “manos” de la firmeza en la fe.
Están perdidos porque han perdido la visión de Nuestra Santísima Madre a su lado en el momento esencial de su ministerio sacerdotal. Y el Santo Sacrifico del Cordero de Dios lo han querido convertir en una simple acción humana adaptada a gustos mundanos, desproveyéndola de lo esencialmente divino y mistérico. Ya no es la Obra de Dios, se la han arrebatado, ahora es la obra de la maldad del hombre.
Sólo desde esta realidad de la desacralización del Santo Sacrificio de la Misa, se puede comprender que hayan surgido los nuevos jueces de la Sabiduría Divina. Acostumbrados a no “ver” a la Santísima Madre de Dios a su lado en la Santa Misa, se han olvidado de su sagrado ministerio sacerdotal y de la acción sagrada que tienen encomendada, porque no es suya, es la perfectísima Obra del Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo.
La Santísima Virgen nos guía por el camino verdadero, el camino de la Verdad de Dios, el camino de la Tradición de la Iglesia. La Tradición es la Verdad de la Iglesia. De la ruptura con la Tradición han surgido estos incautos y soberbios jueces de Dios. La ruptura con la Tradición ha traído como consecuencia el olvido de la presencia de Nuestra Madre en el altar, del olvido de todo.
¿El mes de mayo llega a su fin? No. Ella siempre espera estar en nuestro corazón, que Su presencia llene nuestra vida sacerdotal. Ella siempre espera que sus hijos privilegiados sacerdotes sean limpios de corazón y rectos de intención como “sables de acero.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

quinta-feira, 28 de maio de 2015

El sacerdote encuentra su identidad en Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.


SOBRE EL SACERDOCIO CATÓLICO

1. El sacerdote encuentra su identidad en Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Los sacerdotes actúan «in persona Christi capitis» (en la persona de Cristo cabeza).
Un sacerdote posee y está llamado a vivir los siguientes aspectos fundamentales de la propia identidad de Jesucristo: Hijo Amado del Padre Eterno, esposo casto de la Iglesia, Padre Espiritual, médico espiritual, y Buen Pastor
2. Jesucristo, el único mediador entre Dios y el hombre, permite al sacerdote al participar en su mediación.
La palabra "mediador" proviene del término latino Mediare, que significa "estar en el medio." Jesús nos dejó sacerdotes como ministros del nuevo pacto de Dios y, como dice San Pablo, "dispensadores" de sus misterios (1 Corintios 4,1).
A través de la persona de Cristo, interceden por el pueblo de Dios, enseñan a los fieles, y mediante la administración de los sacramentos, nos ayudan a entrar en los misterios divinos.
3. Dios llama a los sacerdotes a ser sacrificio vivo, en unión con Jesucristo.
Jesucristo no es sólo el Sumo y Eterno Sacerdote, también es el Eterno Sacrificio de sí mismo, como Cordero de Dios.
Los sacerdotes están igualmente llamados a inmolarse por la gloria de Dios y al servicio de su pueblo. Hoy, Jesús habla las mismas palabras a los sacerdotes que Él habló a sus primeros discípulos:
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame"(Mateo 16,24)
4. Jesús desea sacerdotes que irradien sus virtudes, sobre todo su amor.
Obediencia. Coraje. Paciencia. Perseverancia. Pureza. El celo. Santidad. Nadie ha demostrado estas cualidades más que Jesucristo. Pero su mayor virtud era su amor, y Él llama a los sacerdotes a irradiar ese mismo amor a los demás.
Jesús mira a los sacerdotes, los ama, y ​​desea que sus corazones sean transformados por el fuego de su Sagrado Corazón, que podrían transformar a otros con Su Amor.
5. Puesto que no hay límite a lo que Jesucristo puede hacer, entonces un santo sacerdote que esté verdaderamente transformado por Cristo puede cambiar el mundo.
"Quiero volver otra vez a este mundo en mis sacerdotes. Quiero renovar el mundo y revelarme a través de ellos. Quiero dar a mi Iglesia un poderoso impulso en la que voy a derramar el Espíritu Santo sobre mis sacerdotes como un nuevo Pentecostés. La Iglesia y el mundo necesitan un nuevo Pentecostés, un Pentecostés sacerdotal, un Pentecostés interior "
6.- ¿El Sacerdote representa a Cristo?
Dejemos que sea el Papa emérito Benedicto XVI quien nos responda esta pregunta:
"El sacerdote representa a Cristo. ¿Qué quiere decir «representar» a alguien? En el lenguaje común generalmente quiere decir recibir una delegación de una persona para estar presente en su lugar, para hablar y actuar en su lugar, porque aquel que es representado está ausente de la acción concreta.
Nos preguntamos: ¿El sacerdote representa al Señor de la misma forma? La respuesta es no, porque en la Iglesia Cristo no está nunca ausente; la Iglesia es su cuerpo vivo y la Cabeza de la Iglesia es él, presente y operante en ella. Cristo no está nunca ausente; al contrario, está presente de una forma totalmente libre de los límites del espacio y del tiempo, gracias al acontecimiento de la Resurrección, que contemplamos de modo especial en este tiempo de Pascua
Por lo tanto, el sacerdote que actúa in persona Christi Capitis y en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la Persona misma de Cristo resucitado, que se hace presente con su acción realmente eficaz. Actúa realmente y realiza lo que el sacerdote no podría hacer: la consagración del vino y del pan para que sean realmente presencia del Señor, y la absolución de los pecados..." (Cf Benedicto XVI, Audiencia general, 14 de abril de 2010)
7.- ¿Puede una mujer ser ordenada Sacerdote?
Dejemos que ahora sea el mismo San Juan Pablo II, quien nos aclare esta duda que por muchos siglos ha rondado la mente de muchos.
"La ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función confiada por Cristo a sus Apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres
Los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles atestiguan que esta llamada fue hecha según el designio eterno de Dios: Cristo eligió a los que quiso (cf. Mc 3,13-14; Jn 6,70), y lo hizo en unión con el Padre "por medio del Espíritu Santo"(Hch 1,2), después de pasar la noche en oración (cf. Lc 6,12). Por tanto, en la admisión al sacerdocio ministerial, la Iglesia ha reconocido siempre como norma perenne el modo de actuar de su Señor en la elección de los doce hombres, que Él puso como fundamento de su Iglesia (cf. Ap 21,14)
El hecho de que María Santísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial, muestra claramente que la no admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal no puede significar una menor dignidad ni una discriminación hacia ellas, sino la observancia fiel de una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del universo.
La presencia y el papel de la mujer en la vida y en la misión de la Iglesia, si bien no están ligados al sacerdocio ministerial, son, no obstante, totalmente necesarios e insustituibles... La Santa Madre Iglesia hace votos por que las mujeres cristianas tomen plena conciencia de la grandeza de su misión: su papel es capital hoy en día, tanto para la renovación y humanización de la sociedad, como para descubrir de nuevo, por parte de los creyentes, el verdadero rostro de la Iglesia
la Iglesia defendiendo la dignidad de la mujer y su vocación ha mostrado honor y gratitud para aquellas que -fieles al Evangelio-, han participado en todo tiempo en la misión apostólica del Pueblo de Dios. Se trata de santas mártires, de vírgenes, de madres de familia, que valientemente han dado testimonio de su fe, y que educando a los propios hijos en el espíritu del Evangelio han transmitido la fe y la tradición de la Iglesia
Fuente: PildorasdeFe.net

quarta-feira, 27 de maio de 2015

Nossa Senhora diz à Beata Pierina: “ É necessário um 'remédio DIVINO', e este remédio é a Face de Meu Filho."

Nossa Senhora diz à Beata Pierina: “- Escuta bem, e transmite ao teu confessor que este escapulário é uma 'arma de defesa', 'escudo de fortaleza' e ‘penhor de Misericórdia’ que Jesus quer dar ao mundo, nestes tempos de sensualidade e de ódio contra DEUS e a Igreja... São poucos os verdadeiros apóstolos! É necessário um 'remédio DIVINO', e este remédio é a Face de Meu Filho... Todos aqueles que usarem o escapulário, e, sendo-lhes possível, cada terça-feira visitar o Santíssimo Sacramento, fazendo "Uma Hora Santa", para reparar os ultrajes que recebeu e continua recebendo Meu Filho, cada dia, no Sacramento Eucarístico, serão fortificados na Fé, estarão prontos para defendê-la, e hão de suportar todas as dificuldades internas e externas... Além disso morrerão serenamente, sob o olhar do Meu Filho..."

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Terço da Sagrada Face

Breve Histórico e Origem
 
O terço da Sagrada Face foi dado por Nosso Senhor à Beata Maria Pierina de Micheli (+ 1945), a privilegiada mensageira da “Sagrada Face dos Últimos Tempos”.
A ela, Nosso Senhor e Nossa Senhora pediram a invocação constante da Sagrada Face de Nosso Senhor, através da jaculatória: 
"Senhor, mostrai-nos a Vossa Face, e nós seremos salvos!..."
Nossa Senhora também lhe mostrou um escapulário, onde estava a Sagrada Face com as palavras: 
"Ilumina, Domine, vultum Tuum super nos!"
 (Senhor fazei resplandecer a sua Face sobre nós!) no outro lado estavam escritas, em volta de uma HOSTIA, as palavras:
"Mane nobiscum, Domine!" (Senhor, ficai connosco!) Lentamente, Nossa Senhora Se aproximou e disse:
“- Escuta bem, e transmite ao teu confessor que este escapulário é uma 'arma de defesa', 'escudo de fortaleza' e ‘penhor de Misericórdia’ que Jesus quer dar ao mundo, nestes tempos de sensualidade e de ódio contra DEUS e a Igreja...
São poucos os verdadeiros apóstolos! É necessário um 'remédio DIVINO', e este remédio é a Face de Meu Filho...
Todos aqueles que usarem o escapulário, e, sendo-lhes possível, cada terça-feira visitar o Santíssimo Sacramento, fazendo "Uma Hora Santa", para reparar os ultrajes que recebeu e continua recebendo Meu Filho, cada dia, no Sacramento Eucarístico, serão fortificados na Fé, estarão prontos para defendê-la, e hão de suportar todas as dificuldades internas e externas... Além disso morrerão serenamente, sob o olhar do Meu Filho..."

Irmã Maria Pierina encontrou muita dificuldade em conseguir que seus superiores do convento atendessem o pedido de Maria Santíssima em fazer este escapulário. Não só se negaram a fazê-lo como também a proibiram de o fazer. Tinham-na por louca, desiquilibrada e não acreditavam nestas Aparições .
Até que um dia, foi substituída a Madre Superiora do convento. Irmã Maria Pierina então, foi dizer a esta nova superiora sobre as Mensagens e o pedido de Nossa Senhora em fazer o Escapulário. A Princípio ela não acreditou mas, depois, convencida pelo TESTEMUNHO DE VIDA E SANTIDADE da Irmã Maria Pierina, convenceu-se da veracidade das Aparições e concordou em ajudar. Contudo, disse á Irmã Maria Pierina: "- Diga a Nossa Senhora que não posso fazer o Escapulário mas se Ela aceitar, farei uma Medalha da Sagrada Face com as inscrições que Ela pediu." Irmã Pierina então perguntou a Santíssima Virgem se Ela aceitaria a Medalha. Nossa Senhora aceitou.
Foi então cunhada a Medalha da Sagrada Face e espalhada pelo mundo inteiro mas, infelizmente, nem a Sagrada Face de Nosso Senhor, nem a Medalha são ainda conhecidas e amadas como deseja a Santíssima Virgem e Nosso Senhor Jesus Cristo.

 
Terço da Sagrada Face De Nosso Senhor Jesus Cristo I 
 
Início
Pai-Nosso... Ave-Maria... Glória ao Pai...
Nas contas grandes
Glória ao Pai, ao Filho e ao Espírito Santo...
assim como era no principio, agora e sempre,
e pelos séculos dos séculos. AMÉM
Nas contas pequenas
Senhor, mostrai-nos a Vossa Face, e nós seremos salvos!...
Nas 3 últimas contas
Glória ao Pai, ao Filho e ao Espírito Santo...
assim como era no principio, agora e sempre,
e pelos séculos dos séculos.
AMEM

Terço da Sagrada Face De Nosso Senhor Jesus Cristo II 
Oferecimento: "Ó Sagrada Face adorável do Divino Redentor, Espelho de sofrimento, emblema santo de dor. Pelos tormentos atrozes sofridos em Vossa Cruz, aceitai as torturas, para consolar-vos, Jesus."
Sobre a Cruz: "Credo"
Nas três primeiras Contas: "Sagrada Face do Senhor, Inflamai-nos Vosso Amor"
Nas contas grandes:"Por tudo quanto sofrestes por nossa salvação, Ponde fim à nossa mágoa! Alívio à nossa aflição!"
Nas contas pequenas: "Sagrada Face do Senhor, aliviai a nossa dor!"
No fim de cada mistério: "Face de Jesus, suavizai a nossa Cruz!"
Consagração:
"Ó meu bom Jesus, que quereis salvar o mundo de hoje com aquele infinito amor com que foi criado e redimido, incluí-me também entre aqueles que querem trabalhar ! pelo triunfo de Vosso Reino de amor na Terra. Recebei, para este fim, a total entrega de todo o meu ser. Disponde de mim. Quero difundir a imagem de Vossa Divina Face para que em todas as almas Vossa imagem se renove. Jesus, operai milagres de conversão. Chamai apóstolos para esta nova era, que por sua vez se encarreguem dessa nova missão. Que as ondas de Vosso Misericordioso amor se espalhem sobre o mundo inteiro e, afundando e destruindo os males, renovem a terra e façam com que os homens, ao sentir seus corações tomados de caridade, voltem a viver o Santo Evangelho à luz deste sol que é a Vossa face."

fonte: http://www.mensageiradapaz.org/

S.Afonso de Ligório: O padre ao altar ocupa o lugar de Jesus Cristo, deve pois, diz S. Lourenço Justiniano, aproximar-se dele para celebrar, quanto possível, à imitação de Jesus Cristo.

S.Afonso de Ligório: O padre ao altar ocupa o lugar de Jesus Cristo, deve pois, diz S. Lourenço Justiniano, aproximar-se dele para celebrar, quanto possível, à imitação de Jesus Cristo.É preciso confessar, diz o Concílio de Trento, que não é possível a um homem praticar ação mais santa que celebrar uma missa.E acrescenta: deve portanto o padre envidar todos os esforços para celebrar o santo Sacrifício do altar com a máxima pureza de consciência possível.Numa palavra, quem não é santo é indigno de se aproximar do altar, porque, sendo impuro, mancha o santuário de Deus. Não se aproxime do altar, porque tem uma mancha, e não deve manchar o meu santuário.






 I
Qual deve ser a santidade do padre como ministro do altar
Quer Sto. Tomás que se exija aos padres maios santidade que aos simples
religiosos, em razão das funções sublimes que exercem, especialmente
da celebração do sacrifício da missa. A razão é que recebendo uma Ordem
sacra, dedica-se o homem ao mais alto ministério, que consiste em servir a
Jesus Cristo até no Sacramento do altar; o que exige uma santidade interior
mais elevada que a que se requer para o estado religioso. Em igualdade de
circunstâncias pois, um clérigo de Ordens sacras, obrando contra a santidade,
peca mais gravemente que um religioso, que não esteja revestido de
nenhuma Ordem sacra164. É muito conhecida a sentença de Sto. Agostinho:
“Dificilmente um bom monge dá um bom clérigo”165. Deste modo, nenhum
clérigo pode ser olhado como bom, se não exceder em virtude um bom religioso.
“Um verdadeiro ministro do altar forma-se para Deus, e não para si”166.
Significam estas palavras de Sto. Ambrósio que um padre deve esquecer as
suas comodidades, as suas vantagens e os seus gostos; deve persuadir-se
que, desde o dia em que recebeu o sacerdócio, não é seu, mas de Deus. Tem
muito a peito o Senhor que os padres sejam puros e santos, para que possam
comparecer na sua presença, isentos de todo o defeito, e oferecer-lhe
os sacrifícios: Ele se assentará a fundir e limpar a prata; e purificará os filhos
de Levi, e os acrisolará como o ouro e a prata; depois oferecerão os sacrifícios
na justiça167. Assim fala o profeta Malaquias; e no Levítico lê-se: Serão
santos no serviço do seu Deus, e não desonrarão o seu nome; porque hão
de oferecer incenso do Senhor e os pães do seu Deus, e por conseqüência
serão santos168. Se deviam pois ser santos os sacerdotes da Lei antiga, porque
ofereciam a Deus apenas o incenso, e os pães de proposição, que eram
uma simples figura do adorável Sacramento dos nossos altares, quanto mais
devem ser puros e santos os sacerdotes da lei nova, que oferecem a Deus o
Cordeiro sem mancha, o seu próprio Filho! Nós oferecemos, observa Estio,
não novilhos ou incenso, como os sacerdotes antigos, mas o próprio Jesus
Cristo; oferecemos o corpo mesmo do Senhor, que foi suspenso no altar da
cruz.
É-nos necessária portanto a santidade, que consiste na pureza do coração;
quem se aproxima sem ela destes mistérios terríveis, aproxima-se indignamente169.
Sobre este ponto, escreveu Belarmino: Desgraçados de nós, que,
chamados a este ministério sublime, estamos longe do fervor que Salomão
exigia dos padres da aliança figurativa!170. Até mesmo os que deviam trans-
portar os vasos sagrados queria o Senhor que fossem isentos de mancha:
Purificai-vos, ó vós que levais os vasos do Senhor!171 Quanto mais puros
devem ser os padres que trazem nas suas mãos e recebem no seu corpo o
próprio Jesus Cristo! Assim fala Pedro de Blois172. E Sto. Agostinho diz por
sua vez: Deve ser puro quem há de manusear não só vasos de ouro, mas até
os vasos em que é renovada a morte do Senhor173.
Devia ser santa e imaculada a beatíssima Virgem Maria, porque havia
de trazer no seu seio o Verbo encarnado e tornar-se sua Mãe; e, à visto
disso, exclama S. João Crisóstomo, não será indispensável que brilhe, com
uma santidade mais resplandecente que o sol, essa mão do padre que toca
a carne dum Deus, essa boca que se enche dum fogo celeste, e essa língua
que se banha com o sangue de Jesus Cristo?174 O padre ao altar ocupa o
lugar de Jesus Cristo, deve pois, diz S. Lourenço Justiniano, aproximar-se
dele para celebrar, quanto possível, à imitação de Jesus Cristo175. Que perfeição
não exige duma religiosa o confessor, para lhe permitir a comunhão quotidiana!
E porque não se exigiria a mesma perfeição do sacerdote que comunga
todos os dias? É preciso confessar, diz o Concílio de Trento, que não
é possível a um homem praticar ação mais santa que celebrar uma missa176.
E acrescenta: deve portanto o padre envidar todos os esforços para celebrar
o santo Sacrifício do altar com a máxima pureza de consciência possível. Ai!
Que horror, exclama Sto. Agostinho, ouvir essa língua, que chama o Filho de
Deus do Céu à terra, falar depois contra Deus, e ver essas mãos, que se
tingem no sangue de Jesus Cristo, mancharem-se com as torpezas do pecado!
177.
Se Deus exigia tamanha pureza dos que deviam oferecer-lhe em sacrifício
animais ou pães, e aos que qualquer modo estavam manchados lhes
proibia178 que lhe fizessem oferendas, — quanto maior deve ser a pureza de
quem está encarregado de oferecer a Deus o seu próprio Filho, o Cordeiro
divino! Tal é a reflexão de Belarmino179. Sto Tomás diz que pela palavra
maculam, no texto citado, se deve entender todo e qualquer vício: Qui est
aliquo vitio irretitus, non debet ad ministerium Ordinis accedere Suppl. q. 36.
a. 1).
A Lei antiga excluía das funções de sacrificador os cegos, coxos, corcundas
e leprosos: Nec accedet ad ministerium ejus, si caecus fuerit, si
claudus... si gibbus... si habens jugem scabiem (Levit. 21, 18). Os santos
Padres, dando um sentido espiritual a estes defeitos, olham como indignos
de subir ao altar: os cegos, ou que fecham os olhos à luz divina; os coxos, ou
preguiçosos, que nada adiantam no caminho de Deus, e vivem sempre com
as mesmas imperfeições, sem oração e sem recolhimento; os corcovados,
que sempre estão com as suas afeições voltadas para a terra, para os bens,
honras e prazeres do mundo; os leprosos, ou sensuais que, à semelhança do
mundo animal imundo, diz o Sábio, se revolvem no lodaçal dos prazeres
torpes180. Numa palavra, quem não é santo é indigno de se aproximar do
altar, porque, sendo impuro, mancha o santuário de Deus. Não se aproxime
do altar, porque tem uma mancha, e não deve manchar o meu santuário181.