sexta-feira, 2 de novembro de 2012

LA CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS


"Resplandezca, Señor, para ellos la luz eterna.
En compañía de tus Santos por toda la eternidad,
pues eres Misericordioso."

(Oración de la Comunión, propia del Día de Difuntos)


La piedad maternal de la Santa Iglesia Católica, que diariamente hace mención, singular y universal de los Fieles Difuntos, principalmente en el Santo Sacrificio de la Misa, después de la Fiesta de ayer, recuerda en sus plegarias a todos los fieles que, destinados al Cielo, se hallan detenidos todavía en el Purgatorio.

Los sufragios van destinados a aquellos difuntos por quienes nadie ruega determinadamente. San Odilón, Abad de Cluny, en el año 998, introdujo tan caritativa costumbre en su monasterio.

La Santa Iglesia, en el siglo XIV, decretó obligatoria esta obra de caridad.

En algunas regiones de España estaba permitido celebrar dos Misas en este día tan señalado, y asta tres en el siglo siguiente. El Papa Benedicto XV, después de la I Guerra Mundial, hizo extensible este privilegio a todos los sacerdotes del mundo católico, mediante la Bula "Incruentum altaris" , sobre las celebraciones litúrgicas del Día de Difuntos (10 de agosto de 1915).
 
Oh Señor Jesucristo, Rey de la Gloria, libra a las almas de todos los Fieles Difuntos de las penas del infierno y del profundo lago. Líbralas de la boca del león, no las trague el abismo, ni caigan en el lugar tenebroso; mas el Príncipe San Miguel las conduzca a la luz santa. Te ofrecemos, Señor, presentes y súplicas de alabanza; acéptalos por aquellas almas de quienes hacemos hoy memoria. az Señor, que de la muerte pasen a la vida.



*** * ***



Cada lunes del año, como nos indica

"La Semana del Buen Cristiano",

recordamos de forma especial a nuestras

Hermanas las Benditas Ánimas del Purgatorio;

por eso que no quisiera extenderme más,

sino tan sólo traerles aquí el testimonio personal

del Padre Pío y algunas Almas del Purgatorio.






En mayo de 1922, el Padre Pío declaró lo siguiente al Obispo de Melfi, Su Excelencia, Alberto Costa, y también al superior del convento, el Padre Lorenzo de San Marcos, junto con 5 otros frailes. Uno de los cinco hermanos, Fray Alberto D’ Apolito de San Giovanni Rotondo escribió el cuento de la siguiente manera:



“Mientras estaba en el convento en una tarde de invierno después de una fuerte nevada, él estaba sentado junto a la chimenea una noche en la habitación, absorto en la oración, cuando un anciano, vestido con una capa antigua todavía usada por los campesinos del sur de Italia, se sentó junto a él. Respecto a este hombre dice el padre Pío: “No me podía imaginar cómo podría haber entrado en el convento en ese momento de la noche ya que todas las puertas están bloqueadas. Le pregunté: ¿Quién eres? ¿Qué quieres?”




El anciano le dijo: “Padre Pío, soy Pietro Di Mauro, hijo de Nicolás, apodado Precoco”. Él continuó diciendo, “yo morí en este convento el 18 de septiembre de 1908, en la celda número 4, cuando todavía era un asilo de pobres. Una noche, mientras estaba en la cama, me quedé dormido con un cigarro encendido, el cual incendió la colchón y he muerto, asfixiado y quemado. Todavía estoy en el Purgatorio. Necesito una Santa Misa con el fin de ser liberado. Dios permitió que yo venga a pedirle su ayuda.”



De acuerdo con el Padre Pío: “Después de escucharlo, yo respondí: “Tenga la seguridad de que mañana celebraré la Santa Misa por su liberación.” Me levanté y le acompañé hasta la puerta del convento, para que pudiera salir no me di cuenta en ese momento que la puerta estaba cerrada con llave. La abrí y me despedí de él La luna iluminaba la plaza, cubierta de nieve. Cuando yo ya no lo vi delante de mí, fui tomado por un sentimiento de miedo, y cerré la puerta, volví a entrar en la habitación de invitados, y me sentía débil.”



Unos días más tarde, el Padre Pío también contó la historia al Padre Paolino, y los dos decidieron ir a la ciudad, donde miraron las estadísticas vitales para el año I908 y encontraron que el 18 de septiembre de ese año, un Pietro Di Mauro había, de hecho, muerto de quemaduras y asfixia en la habitación número 4 en el convento, entonces utilizado como un hogar para personas sin hogar.



Por la misma época, el Padre Pío le dijo a Fray Alberto de otra aparición de un Alma del Purgatorio, que también se produjo en la misma época. Él dijo:



Una noche, cuando estaba absorto en la oración en el coro de la pequeña iglesia fui sacudido y perturbado por el sonido de pasos, y velas y jarrones de flores que se movían en el altar mayor. Pensé que alguien debía estar allí, y grité: “¿Quién es?”



Nadie respondió. Volviendo a la oración, me molestaron de nuevo los mismos ruidos. De hecho, esta vez tuve la impresión de que una de las velas, que estaba en frente de la imagen de Nuestra Señora de Gracia, había caído. Con ganas de ver lo que estaba sucediendo en el altar, me puse de pie, me acerqué a la reja y vi, a la sombra de la luz de la lámpara del Tabernáculo, un hermano joven haciendo un poco de limpieza.



Yo pensé que él era el Padre Leone que estaba reestructurando el altar; y como ya era la hora de la cena, me acerqué a él y le dije: “Padre Leone, vaya a cenar, no es tiempo para desempolvar y reparar el altar”.




Pero una voz que no era la voz del padre Leone me contestó: “yo no soy el Padre Leone”, “¿y quién es usted? “, le pregunté. “Yo soy un hermano suyo que hice el noviciado aquí, mi misión era limpiar el altar durante el año del noviciado. Desgraciadamente en todo ese tiempo yo no reverencié a Jesús Sacramentado, Dios Todopoderoso, como debía haberlo hecho, mientras pasaba delante del altar. Causando gran aflicción al Sacramento Santo por mi irreverencia; puesto Que El Señor se encontraba en el tabernáculo para ser honrado, alabado y adorado. Por este serio descuido, yo estoy todavía en el Purgatorio. Ahora, Dios, por su misericordia infinita, me envió aquí para que usted decida el tiempo desde cuándo que yo podré disfrutar del Paraíso. Y para que Ud. cuide de mí.”



Yo creí haber sido generoso con esa alma en sufrimiento, por lo que exclamé: “usted estará mañana por la mañana en el Paraíso, cuando yo celebre la Santa Misa”.



Esa alma lloró: Cruel de mí, que malvado fui. Entonces lloró y desapareció. “Esa queja me produjo una herida tan profunda en el corazón, la cual he sentido y sentiré durante toda mi vida. De hecho yo habría podido enviar esa alma inmediatamente al Cielo pero yo lo condené a permanecer una noche más en las llamas del Purgatorio.”