sexta-feira, 1 de janeiro de 2010

El Sacrificio de la Santa Misa: El punto de partida de la teología litúrgica.






Es válido afirmar que el punto de partida de toda Teología Litúrgica debe estar siempre puesto en el Santo Sacrificio de la Misa, y en como de ella se desprende un manantial de gracias y virtudes, las cuales hoy se han perdido, en parte por la pérdida del fervor de los fieles, y en parte, por la deficiente y nula formación litúrgica de sacerdotes y fieles, respectivamente.


Un ejemplo de ello es como la orientación del celebrante y de la acción litúrgica es importante al momento de manifestar este punto central de la liturgia. Para ello, nos remitiremos a un texto de Mons. Klaus Gamber, llamado "Vueltos hacia el Señor", donde se nos evoca claramente esta necesidad. Notemos además que el Papa recientemente ha recuperado esta bella forma, realizando una verdadera catequesis en cada acción litúrgica que preside.


¿Por qué el carácter sacrificial de la misa, se manifiesta menos claramente si, como se afirma, el sacerdote está vuelto cara al pueblo?
Cuestión inversa: Si entre los especialistas se sabe perfectamente que al preconizar "el altar cara al pueblo" no se puede apelar a una práctica de la iglesia primitiva ¿por qué no se saca la consecuencia que se impone? ¿por qué no se suprimen "las mesas para un banquete", erigidas con sorprendente unanimidad en el mundo entero?

Muy probablemente porque este tipo de mesas responden más a la nueva concepción de la misa y de la eucaristía, que a la práctica antigua.
Bien claro está que se querría evitar hoy dar la impresión de que la "santa mesa" (como se denomina en Oriente al altar) pueda ser un altar del sacrificio. Sin duda es también la razón por la que casi en todas partes sólo se pone en el altar un solo ramo de flores, como si fuese la mesa de una comida de familia, así como dos o tres velas, que generalmente se colocan al lado izquierdo de la mesa, mientras que el jarro con flores se pone al otro lado.
Se busca la ausencia de simetría, y ya no es necesario tener un punto central de referencia, como el que existía hasta hace poco en la cruz con los candelabros colocados a derecha e izquierda de ella; sólo se quiere una mesa para la comida y no un altar.
El sacerdote se coloca delante del altar del sacrificio, no detrás. Lo mismo hacia el sacerdote, entre los paganos. En el santuario, su mirada se dirigía hacia la representación de la divinidad, a quien se ofrecía el sacrificio. Lo mismo en el Templo de Jerusalem, donde el sacerdote encargado de ofrecer la víctima se colocaba delante de "la mesa del Señor" (cf. Mal 1,12), como se llamaba al gran altar de los Holocaustos situado en el centro del Templo, cara al templo interior, que guardaba el arca de la alianza en el Santo de los Santos, lugar donde habita el Altísimo (cf. Ps. 16,15).
Una comida se desarrolla bajo la presidencia del padre de familia en medio del círculo familiar; en cambio en todas las religiones existe una liturgia determinada para llevar a cabo el sacrificio, que se desarrolla en o delante de un santuario (que puede ser también un árbol sagrado). El oficiante está separado de la muchedumbre y se pone delante de ésta, ante el altar y vuelto hacia la divinidad. De siempre, las personas que ofrecen un sacrificio están vueltas hacia aquel a quien se destina el sacrificio y, en absoluto, hacia los que participan en la ceremonia.
En su comentario del libro de los Números (10,2), Orígenes se hace interprete de la concepción de la Iglesia primitiva: "El que está delante del altar muestra por este hecho que es él quien cumple las funciones sacerdotales. Ahora bien, la misión del sacerdote consiste en interceder por los pecados del pueblo". En nuestros días, en que el sentido del pecado desaparece poco a poco, es una idea que parece ampliamente perdida.
Como sabemos, Lutero negó el carácter sacrifical de la misa: no veía en ella más que la proclamación de la palabra de Dios, a la que seguía la celebración de la Cena. De aquí su exigencia, ya mencionada, de que el celebrante estuviera vuelto hacia la asamblea.
Ciertos modernos teólogos católicos no niegan directamente el carácter sacrifical de la misa, pero les gustaría hacerlo pasar a un segundo plano a fin de poder resaltar mejor el carácter de cena de la celebración. La mayoría de las veces por consideraciones ecuménicas en favor de los protestantes; pero descuidando en su ecumenismo a las Iglesias orientales ortodoxas para las que el carácter sacrifical de la divina liturgia es un hecho indiscutible.
Sólo la eliminación de "mesa de comida" y la vuelta a la celebración en el "altar mayor" podrán llevarnos a cambios en la concepción de la misa y de la eucaristía, es decir , a la misa entendida como acto de adoración y de veneración a Dios, como acto de acción de gracias por sus beneficios, por nuestra salvación y nuestra vocación al reino de los cielos, y como representación mística del sacrificio de la cruz del Señor.
No obstante, como ya hemos visto, esto no excluye que la liturgia de la palabra se celebre no en el altar sino en la sede o ambón, como anteriormente se hacia en la misa episcopal. Pero las oraciones deben decirse todas hacia el oriente, es decir, hacia la imagen de Cristo en el ábside y hacia la cruz en el altar.
Dado que durante nuestra peregrinación en la tierra no nos es posible contemplar toda la grandeza del misterio celebrado y menos aún al propio Cristo, ni la "asamblea celeste", no basta hablar continuamente de todo lo que el sacrificio de la misa tiene de sublime; es necesario más bien hacer todo lo posible para poner en evidencia a los ojos de los hombres la grandeza de este sacrificio a través de la misma celebración, a través de una artística disposición de la casa del Señor y especialmente del altar.
Se puede aplicar tanto al desarrollo litúrgico como a las imágenes lo que de los "velos sagrados" dice el PseudoDionisio el Aeropagíta en su libro Sobre los nombre sagrados (1,4): esos velos "que (aún ahora) esconden lo espiritual en el universo sensible, y lo supra-terrestre en lo terrestre, que confieren forma e imagen a lo que no tiene forma ni imagen .... Pero llegará un día en que habiéndonos convertido en imperecederos e inmortales, y alcanzando la paz bienaventurada junto a Cristo estaremos, como dice la Escritura, cerca del Señor (cf. Tess. 4,17) colmados de la contemplación de su presencia visible".

Para este nuevo año 2010 queremos, desde este blog, realizar esfuerzos dirigidos hacia una formación litúrgica verdadera en continuidad a la Tradición de la Iglesia, tal como lo ha rescatado el Santo Padre, de manera de vivir de mejor manera la Santa Misa, aprovechando sus gracias y desarrollando las virtudes que de ella pueden obtenerse. La liturgia no es para mayor gloria del hombre, sino que para Dios, Por Dios y con Dios, por lo que debemos siempre estar centrados en Él. Esperamos, Dios mediante, aportar nuestro granito de arena en la Reforma de la Reforma y en la recuperación del sentido de lo Sagrado.
fonte:sacram liturgiam